julio 29, 2012


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Génesis 38

Dios Habla Hoy (DHH)

Judá y Tamar

38 En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam. 2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron, 3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er. 4 Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán. 5 Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.
6 Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar. 7 Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida. 8 Entonces Judá le dijo a Onán:
—Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.
9 Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él. 10 El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida. 11 Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:
—Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad.
En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.
12 Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita lo acompañó. 13 Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar sus ovejas, 14 se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino a Timnat. Hizo esto porque se dio cuenta de que Selá ya era mayor de edad, y sin embargo no la habían casado con él.
15 Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara. 16 Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo:
—¿Me dejas acostarme contigo?
—¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo? —le preguntó ella.
17 —Voy a mandarte uno de los cabritos de mi rebaño —contestó Judá.
—Está bien —dijo ella—, pero déjame algo tuyo como prenda hasta que me lo mandes.
18 —¿Qué quieres que te deje? —preguntó Judá.
—Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano —respondió ella.
Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada. 19 Después Tamar fue y se quitó el velo que tenía puesto, y volvió a ponerse su vestido de viuda.
20 Más tarde Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas, pero su amigo ya no la encontró. 21 Entonces les preguntó a los hombres de ese lugar:
—¿Dónde está esa prostituta de Enaim, la que estaba junto al camino?
—Aquí no ha estado ninguna prostituta —le contestaron.
22 Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo:
—No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había estado ninguna prostituta.
23 Y Judá contestó:
—Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste.
24 Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá:
—Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada.
—¡Sáquenla y quémenla! —gritó Judá.
25 Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada. Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.» 26 Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella.
27 El día que Tamar dio a luz, tuvo mellizos. 28 Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Éste salió primero.» 29 Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: «¡Cómo te abriste paso!» 30 Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano, y lo llamó Zérah.


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