Dios refugio en medio de la crisis
Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Nahúm 1:7.
Un Dios de amor no solo es un Dios de misericordia sino también de
justicia, y algún día, no muy lejano, Dios intervendrá finalmente para
arreglar todas las cosas y poner punto final a la trágica historia de la
rebelión y el pecado, y lo hará de la manera más clara, contundente y
fuerte que merece el mal.
Pero, frente al cuadro de juicio que presenta el libro de Nahúm tanto para Nínive como para los habitantes actuales de nuestro planeta, aparece una pregunta, como más tarde lo hará el Apocalipsis: “¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién quedará en pie en el ardor de su enojo?” (vers. 6; comparar con Apoc. 6:12-17, especialmente este último versículo). ¿Quién puede, a conciencia, decir que es suficientemente digno como para estar sin manchas internas ante la presencia de un Dios infinito en santidad y justicia? ¿Quién podrá escapar de la destrucción en ese juicio final divino, en el que las fuerzas demoledoras de la naturaleza serán instrumentos de Dios para ejecutar sus juicios sobre la Tierra?
Nuestro texto bíblico para hoy trae un paréntesis de solaz, seguridad y paz en medio de tanto cuadro convulsivo. Nos asegura que por encima de sus tremendos y necesarios juicios, que le disgusta ejecutar, pero que debe hacerlo, “Jehová es bueno”. Es su bondad la que debe poner un límite al mal, pero esa bondad está a disposición de todos los que estén dispuestos a arrepentirse de su maldad, y volverse a Dios y su justicia. Para ellos, Dios es “bueno”, y “fortaleza en el día de la angustia”. Pasarán por la crisis, como todos los demás habitantes del planeta, pero no estarán solos, librados a su suerte, sino que contarán con una fortaleza especial, todopoderosa: la protección y la ayuda del Dios omnipotente, que “conoce a los que en él confían”.
Dios sabe discernir y reconocer lo que hay en cada corazón, y sabe, por encima de las apariencias engañosas de los seres humanos, quién es sincero de corazón; quién, a pesar de su condición pecaminosa, está optando por una vida mejor, celestial, una vida de pureza, bondad y justicia; y Dios los reconoce como suyos, como “los que en él confían”.
Pero, frente al cuadro de juicio que presenta el libro de Nahúm tanto para Nínive como para los habitantes actuales de nuestro planeta, aparece una pregunta, como más tarde lo hará el Apocalipsis: “¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién quedará en pie en el ardor de su enojo?” (vers. 6; comparar con Apoc. 6:12-17, especialmente este último versículo). ¿Quién puede, a conciencia, decir que es suficientemente digno como para estar sin manchas internas ante la presencia de un Dios infinito en santidad y justicia? ¿Quién podrá escapar de la destrucción en ese juicio final divino, en el que las fuerzas demoledoras de la naturaleza serán instrumentos de Dios para ejecutar sus juicios sobre la Tierra?
Nuestro texto bíblico para hoy trae un paréntesis de solaz, seguridad y paz en medio de tanto cuadro convulsivo. Nos asegura que por encima de sus tremendos y necesarios juicios, que le disgusta ejecutar, pero que debe hacerlo, “Jehová es bueno”. Es su bondad la que debe poner un límite al mal, pero esa bondad está a disposición de todos los que estén dispuestos a arrepentirse de su maldad, y volverse a Dios y su justicia. Para ellos, Dios es “bueno”, y “fortaleza en el día de la angustia”. Pasarán por la crisis, como todos los demás habitantes del planeta, pero no estarán solos, librados a su suerte, sino que contarán con una fortaleza especial, todopoderosa: la protección y la ayuda del Dios omnipotente, que “conoce a los que en él confían”.
Dios sabe discernir y reconocer lo que hay en cada corazón, y sabe, por encima de las apariencias engañosas de los seres humanos, quién es sincero de corazón; quién, a pesar de su condición pecaminosa, está optando por una vida mejor, celestial, una vida de pureza, bondad y justicia; y Dios los reconoce como suyos, como “los que en él confían”.