Persistentes en la Oración, Daban con Sacrificio
Lucas muestra cómo Jesús se ocupó de dos viudas para enseñar importantes verdades espirituales.
En el primer caso (Luc. 18:1-8), Jesús habló de una viuda pobre e
impotente que, en su lucha por justicia, era molestada por un juez
malvado y poderoso. Ella era víctima de fraude e injusticia, y no
obstante creía en el mandato de la ley y la justicia.
Pero, el juez no creía en Dios y estaba en contra de la gente, y por ello no se preocupaba por ayudar a esta viuda. Atender a las viudas es un requisito bíblico (Éxo. 22:22-24; Sal. 68:5; Isa. 1:17), pero el juez se deleitaba en ignorar la ley. Sin embargo, la viuda tenía un arma: la perseverancia, y con ella cansó al juez y obtuvo de él justicia.
La parábola enseña tres lecciones importantes: 1) orar siempre y nunca desanimarse (Luc. 18:1); 2) la oración cambia las cosas, aun el corazón de un juez malvado; y 3) la fe persistente es una fe que conquista. La verdadera fe tiene consejo eterno para cada cristiano: nunca abandones, aun si eso significa esperar la vindicación final cuando “venga el Hijo del Hombre” (vers. 8).
El segundo caso (Luc. 21:1-4; Mar. 12:41-44) se presenta justo después de que Jesús terminó de denunciar la hipocresía religiosa, y la pretensión de los escribas y los dirigentes que estaban en el Templo. Jesús señaló, en un marcado contraste con ellos, a una pobre viuda que revelaba la naturaleza de la religión genuina.
Jesús describió a algunos de los dirigentes religiosos como que “devoran las casas de las viudas” (Luc. 20:47), y que violan el mandato bíblico de cuidar de las viudas y los pobres. Como hoy, muchos ofrendaban solo para parecer piadosos; y peor aún, lo que daban lo daban de sus propios excedentes. Sus ofrendas realmente no involucraban ningún sacrificio personal. En contraste, Jesús les pidió a sus discípulos que consideraran a la viuda como el modelo de la verdadera religión, porque ella había dado todo lo que tenía.
La exhibición era el motivo del primer grupo; el sacrificio y la gloria de Dios eran el motivo de la viuda. El reconocer que Dios era el dueño de todo lo que ella tenía y el servirlo con todo lo que tenía fue lo que impulsó a la viuda a dar sus dos blancas. Lo que vale ante la vista del Creador, que todo lo ve, no es lo que damos sino por qué lo damos; no cuánto damos, sino cuál es la medida de nuestro sacrificio.
¿Cuánto te sacrificas por el bien de otros y por la causa de Dios?
Cristo te ama y yo tambien, alabaloooooooooo.
Pero, el juez no creía en Dios y estaba en contra de la gente, y por ello no se preocupaba por ayudar a esta viuda. Atender a las viudas es un requisito bíblico (Éxo. 22:22-24; Sal. 68:5; Isa. 1:17), pero el juez se deleitaba en ignorar la ley. Sin embargo, la viuda tenía un arma: la perseverancia, y con ella cansó al juez y obtuvo de él justicia.
La parábola enseña tres lecciones importantes: 1) orar siempre y nunca desanimarse (Luc. 18:1); 2) la oración cambia las cosas, aun el corazón de un juez malvado; y 3) la fe persistente es una fe que conquista. La verdadera fe tiene consejo eterno para cada cristiano: nunca abandones, aun si eso significa esperar la vindicación final cuando “venga el Hijo del Hombre” (vers. 8).
El segundo caso (Luc. 21:1-4; Mar. 12:41-44) se presenta justo después de que Jesús terminó de denunciar la hipocresía religiosa, y la pretensión de los escribas y los dirigentes que estaban en el Templo. Jesús señaló, en un marcado contraste con ellos, a una pobre viuda que revelaba la naturaleza de la religión genuina.
Jesús describió a algunos de los dirigentes religiosos como que “devoran las casas de las viudas” (Luc. 20:47), y que violan el mandato bíblico de cuidar de las viudas y los pobres. Como hoy, muchos ofrendaban solo para parecer piadosos; y peor aún, lo que daban lo daban de sus propios excedentes. Sus ofrendas realmente no involucraban ningún sacrificio personal. En contraste, Jesús les pidió a sus discípulos que consideraran a la viuda como el modelo de la verdadera religión, porque ella había dado todo lo que tenía.
La exhibición era el motivo del primer grupo; el sacrificio y la gloria de Dios eran el motivo de la viuda. El reconocer que Dios era el dueño de todo lo que ella tenía y el servirlo con todo lo que tenía fue lo que impulsó a la viuda a dar sus dos blancas. Lo que vale ante la vista del Creador, que todo lo ve, no es lo que damos sino por qué lo damos; no cuánto damos, sino cuál es la medida de nuestro sacrificio.
¿Cuánto te sacrificas por el bien de otros y por la causa de Dios?
Cristo te ama y yo tambien, alabaloooooooooo.