febrero 19, 2007

LAS SIETE COPAS (CONCLUSION)


9. La sexta copa — Sobre el río Eufrates (16:12-16)

Los eruditos difieren en cuanto a la interpretación de este pasaje. Un comentarista sugiere que al hablar de que se seca el río Eufrates se está hablando en figura de Babilonia, la cual está ubicada al lado de dicho río. Pero nada se adapta mejor al contexto que el río Eufrates mismo, cuyo ancho cauce es difícil de ser atravesado por individuos o por ejércitos. El acto de secar este río antiguo permitirá a los ejércitos asiáticos (como se describe en el capítulo 19) marchar sin estorbos hacia la Tierra Prometida, de la cual el Eufrates es la frontera oriental.
El asunto más importante a recordar aquí es que tanto el río Nilo como el río Eufrates han de quedar total y realmente secos (Isaías 11:15). De manera que tanto la frontera occidental como la oriental de Israel serán abiertas a los invasores e Israel quedará al descubierto para ser atacado por los cuatro ángulos. Cuando el río Eufrates haya quedado seco, los ejércitos orientales bajo sus respectivos reyes podrán alcanzar su objetivo.
Estos reyes, procedentes de "donde sale el sol" (una bella expresión oriental que se usa para hablar del este u oriente), marcharán sin que nada se lo impida hacia la Tierra Prometida. Puesto que el emblema nacional de Japón es el sol naciente, pudiera ser que esta nación participara en el avance de las hordas del Asia. ¿No es terrible pensar en que millones incontables de asiáticos van a cruzar el cauce seco del río Eufrates y unirán sus fuerzas con la bestia contra Israel? Una avalancha unida de naciones como ésta antes del gran día de la ira es temible en gran manera. Estos se lanzarán ciegamente para realizar una matanza en grande, hasta que la sangre suba a la altura de los frenos de los caballos.
Note el frecuente uso de la palabra "grande" en este capítulo. A través del ministerio milagroso de la bestia, las multitudes terminarán acostumbrándose a las cosas grandes. El sensacionalismo estará de moda entonces. Grandes acontecimientos ocurrirán cada día con su influencia atractiva y engañadora. Dios personalmente le va a dar a la gente unas pocas cosas "grandes," pero no para divertirla, sino para disciplinarla:
• Gran voz (16:1)
•Gran calor (16:9)
•Gran río (16:12)
•Gran día (16:14)
•Gran voz (16:17)
• Gran temblor de tierra (16:18)
•Gran ciudad (16:19)
• Gran Babilonia (16:19)
•Gran granizo (16:21)
•Gran plaga (16:21)
En el 16:13-16, que algunos escritores consideran como un paréntesis, encontramos la trinidad satánica dirigiendo la más gigantesca combinación de fuerzas enemigas jamás reunida sobre la tierra. Los grandes poderes mundiales, supervisados directamente por Satanás, se habrán reunido para su propia desgracia.
Dentro de esta copa de ira tenemos una trinidad maligna — el dragón, la bestia y el falso profeta — supervisando a todos los reyes de la tierra para su batalla, no sólo para luchar contra Israel, sino también para tratar de derrocar a Dios mismo. "Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo; Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas" (Salmo 2:2, 3).
A. Las tres ranas
La trinidad maligna del misterio de iniquidad está ligada a tres espíritus inmundos como ranas (16:13). Aunque aparecían tres ranas en el escudo de armas original de Francia, un país que ha sido centro de infidelidad, socialismo y espiritismo, no creemos en la interpretación exclusivamente histórica de esta sección (ni de ninguna otra sección) de los capítulos 4 al 22. Debido a que la profecía frecuentemente es progresiva o acumulativa, existe un punto de vista moderado en cuanto a los principios de interpretación, que busca la manera de combinar el sistema histórico con el futurista. En esa forma puede haber un cumplimiento parcial de algunas secciones del Apocalipsis sin agotar todo su significado. Secciones así señalan hacia el futuro para su cumplimiento total. Los intérpretes que pertenecen a este doble punto de vista ven en el nazismo, el fascismo y el comunismo las tres ranas que vio Juan.
Muchos de los mejores manuscritos dicen "como ranas". Aquí tenemos el antitipo de la plaga de ranas enviada a Egipto, un milagro que los magos egipcios fueron capaces de duplicar (Éxodo 8:7). Una característica sobresaliente del ministerio de la bestia serán las grandes señales y maravillas realizadas por medios satánicos. El dragón, la bestia y el falso profeta están ligados con toda justicia a estas horribles ranas. Así como las ranas croan por las noches en pantanos y cenagales, también estos espíritus inmundos en la oscuridad del error enseñan mentiras en el fango de los deseos impuros. Alford habla de "la inmundicia y el ruido pertinaz de las ranas". Las ranas eran consideradas por los escritores y poetas griegos como los habitantes apropiados del lago Estigio, o río del infierno. Estos espíritus salen de las bocas de los tres inicuos que forman la trinidad infernal (la boca, por ser el asiento principal de la influencia). De acuerdo con varios pasajes de la Biblia, deducimos que la boca es la fuente y el medio de destrucción (Apocalipsis 1:16; 2:16; 9:17; 19:15; Isaías 11:4). El dragón será consumido con el espíritu de la boca del Señor (2 Tesalonicenses 2:8).
El espíritu inmundo salido de la boca del dragón simboliza la arrogante infidelidad contra el Señor y contra su Ungido (Cristo). El espíritu inmundo que sale de la boca de la bestia representa el espíritu del mundo en la política de los hombres, ya se trate de una democracia sin ley o del despotismo en el cual el hombre se sienta en lugar de Dios o por encima de Él. El espíritu inmundo que sale de la boca del falso profeta describe al espiritualismo mentiroso y las religiones falsas muy de moda en los días de la falacia satánica.
En esta trinidad satánica con su ministerio de obrar milagros tenemos una combinación de poder infernal directo, la fuerza apóstata bruta y una terrible influencia maligna con el odioso propósito de reunir a los millones de hombres de la tierra para la guerra. Entrará entonces en efecto el último esfuerzo del infierno por destruir el cielo, cuya consecuencia final será la toma de posesión de parte de Cristo sobre el dominio del mundo (19:17-21). A su regreso, El tratará con eficacia con estos tres espíritus inmundos, tal como lo hiciera con aquellos que se opusieron a El cuando estuvo en la tierra.
Puesto que la reunión de los reyes del mundo con la bestia es una señal de la venida de Cristo para destruir a sus enemigos, los santos reciben una exhortación para que velen su venida. Un mensaje de aviso y aliento se envía al remanente fiel: "He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza" (16:15). Aquí nos encontramos con un paréntesis de suma importancia espiritual. Debe entenderse claramente que este no es un mensaje para la Iglesia; sin embargo, los principios contenidos en él acerca de la bienaventuranza asociada con la actitud de velar (y la vergüenza para los que vivan descuidadamente) es aplicable a los santos de todas las generaciones.
Las expresiones "he aquí" y "bienaventurado" están relacionadas definitivamente con los santos de la Tribulación. Alrededor de ellos, las multitudes estarán durmiendo en oscuridad moral y espiritual. Estarán viviendo en un estado de seguridad falsa y se congratularán a sí mismos por el aparente estado de "paz y seguridad". Pero repentina e inesperadamente, el Señor, como un ladrón en la noche sorprenderá y destruirá a todas las gentes congregadas por la actividad satánica contra el Señor y contra su Ungido. Aquellos que creen que la Iglesia deberá pasar a través de la gran Tribulación, hacen mucho alarde sobre este versículo. Pero Cristo no vendrá por su Iglesia como un ladrón. El regresa por su Iglesia como un novio, ya que la Iglesia es su novia. Con la llegada de un ladrón hay pánico y miedo, puesto que viene a despojarnos de nuestras posesiones y a destruir nuestras propiedades (1 Tesalonicenses 5:2, 4; Mateo 24:43; 2 Pedro 3:10). Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas y por lo tanto no tenemos miedo del regreso de nuestro Señor.
Por supuesto, en lo que concierne a nuestro andar, debemos esforzarnos siempre por tener nuestras vestiduras sin mancha y llevar una vida en la que no haya nada de qué avergonzarnos y sin estar expuestos a desnudez moral. El peligro que confrontarán aquellos que vivan durante el tiempo en que los espíritus inmundos estén operando, será el de descuidar la esperanza venidera y por lo tanto exponerse a la mirada de los ángeles y de un mundo impío "desnudos": carentes de dirección y protección divinas.
El obispo Lightfoot sugiere que bien puede haber en esta exhortación a velar, una alusión a una costumbre judía en el servicio del templo. Veinticuatro turnos o compañías de guardia eran nombrados día y noche para vigilar las diversas entradas a los atrios sagrados. Uno era nombrado como capitán o jefe de los demás y era conocido como el "hombre del monte de la casa de Dios". Su deber era hacer ronda por las diversas puertas durante la noche para ver que sus subordinados fueran fieles a su cargo. Era precedido por otros hombres que llevaban antorchas encendidas, y se esperaba que cada centinela que estuviera despierto lo saludara con la contraseña "¡Hombre del monte de la casa de Dios, la paz sea contigo!" Si por descuido o por dormitar, alguien no cumplía con esto, era azotado, sus vestidos eran quemados y quedaba marcado por la vergüenza.
B. La batalla de Armagedón
¡Cómo temblamos al tratar de imaginar lo que ocurrirá con las naciones que se hayan confabulado con odio insaciable contra Dios y contra su Cristo cuando sean reunidas por los espíritus inmundos para la batalla de aquel día del Dios Todopoderoso! ¡La mortandad será universal! La historia testifica que hay ocasiones en que las naciones están entregadas a la guerra con una pasión tal, que los historiadores son incapaces de explicarla. Esta será la manera en que tendrá lugar esta guerra contra Dios.
¡Cuan ciegamente las hordas de la tierra serán conducidas contra Aquel que las ha creado! (Vea el Salmo 2; Apocalipsis 17:14 y 19:19.) La frase: "Y los reunió" (16:16) puede ser traducida: "Ellos (los espíritus inmundos de los versículos 13 y 14) los reunieron." Si se mantiene el pronombre personal "él" se entenderá que se trata de Dios, y es El efectivamente quien los pone a las órdenes de los espíritus inmundos. Nadie puede leer el Apocalipsis en su totalidad sin darse cuenta de que Dios está detrás de la escena y de los actores en todo el proceso judicial del libro. En un acto de justa retribución, El permite a los apóstatas gobernantes de la tierra que aglomeren a las multitudes en las montañas de Meguido.
Debido a que el Armagedón será testigo de la batalla más sangrienta de toda la historia, debemos considerar brevemente el significado histórico y profetice del campo de batalla más terrible de la tierra. El Armagedón está situado al pie del monte Carmelo, el escenario de la mayoría de las matanzas del pasado. Armagedón significa "montaña de la destrucción" o "matanza" y el nombre está bien puesto. En realidad, su nombre es Har Magedon: "Har", que significa "montaña", y Magedon o Meguido, de una raíz que tiene el significado de "cortar" o "matar". La limitada zona de Meguido no permitirá la presencia de un vasto número de hombres, pero este nombre puede también referirse a la más extensa vecindad de Israel, donde por medio de la actividad satánica las naciones de la tierra vendrán para ser aplastadas.
Meguido fue el escenario de la derrota de los reyes cananeos por la interposición milagrosa de Dios bajo la dirección de Débora y Barac. Como aliado de Babilonia, Josías fue derrotado y muerto en Meguido. Las lamentaciones de los judíos un poco antes de que Dios intervenga a favor de ellos contra todas las naciones que se han juntado contra ellos, es semejante a los lamentos por Josías en Meguido (Jueces 5:19, 20; Zacarías 12:11; 2 Crónicas 35:22-25).
Sin embargo, se puede hacer la pregunta: "¿Por qué es escogido Armagedón como el lugar de reunión?" Bueno, ¡las naciones se reúnen allí para atacar y destruir a Israel! "Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus protegidos. Han dicho: Venid y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel. Porque se confabulan de corazón a una, contra ti han hecho alianza" (Salmo 83:3-5). Dios, sin embargo, domina e interviene. Aunque las naciones se arrojan en un esfuerzo combinado contra el Señor y contra su pueblo, el furor divino se desata y la destrucción invade a las hordas arrogantes. Israel es liberado y sus crueles enemigos son destruidos. En esta derrota total de las naciones se decide la soberanía de la tierra, así como el derecho de Israel a poseer su propia tierra.
10. La séptima copa—En el aire (16:17-21)
Todo lo que se ve durante la copa anterior es preparatorio para el derramamiento final de la ira de Dios, el gran día de la ira de Apocalipsis 19:11-16. Entonces y sólo entonces, los rebeldes serán destruidos y quitados de la tierra (Mateo 13:40-43). En la sexta copa tenemos la reunión de las naciones de la tierra en Israel para realizar una verdadera guerra contra Dios y contra el remanente de su pueblo (Isaías 11:15, 16). Ahora se acerca una destrucción que excederá en magnitud a todo lo que se ha experimentado desde que el hombre inició su triste historia fuera del jardín del Edén.
El séptimo ángel derramó su copa en el aire. Debido a que todos los hombres respiran aire, el cual es esencial para la vida, tenemos aquí un juicio divino que afectará el aliento de vida de la gente. Además, puesto que Satanás es descrito como el príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), también vemos en esta copa la consumación del juicio sobre todas las influencias perniciosas del diablo. El mundo de Satanás sufre bajo esta terrible plaga. La "gran voz" es la voz de Dios, como la del 16:1, con la excepción de que aquí se unen el templo y el trono. En el templo es donde El reside, mientras que en el trono es donde reina. La voz divina clama diciendo: "¡Hecho está!", refiriéndose a toda la serie de plagas que ahora queda completa. ¡Hecho está! Ya ocurrió. Compare la voz de Dios en esta consumación final con la voz de Cristo sobre la cruz, cuando fue consumada la obra de la redención: "¡consumado es!" Aquel "Consumado es" del Salvador fue rechazado, así que ahora viene el Juez con su exclamación "Hecho está" con relación a la retribución divina.
El final de la ira de Dios ha llegado. Un poco más tarde vendrá la terrible exhibición de la ira del Cordero. Bajo esta séptima copa, Dios le está dando a Babilonia "la copa del vino del furor de su ira". Esta frase sugiere tanto ira hirviente como enojo reposado, dos ideas que están implicadas en Jeremías 30:23, 24. Aquí ya se da por realizada la destrucción de Babilonia. En los capítulos 17 y 18 tenemos una descripción separada del breve resumen que se nos ha dado bajo esta copa. Dios es el Creador y por lo tanto puede producir convulsiones de tal magnitud que pueden lanzar a la tierra al estado caótico previo a la creación del hombre.
A. Tres símbolos de ira
En los "relámpagos y voces y truenos" (siempre simbólicos de poder grandioso en el juicio) tenemos una fórmula de visitación divina preparada para llevar el terror a los corazones de los hombres. Estas señales y representaciones de enojo retributivo son enviadas a la tierra en la forma del más fuerte terremoto que la tierra haya jamás experimentado. Todos los terremotos ocurridos hasta ese momento parecerán insignificantes frente a este inigualado temblor de tierra. (Vea Hebreos 12:25, 26.)
B. Las tres partes de la ciudad
Tan destructivo será este terremoto, que la ciudad de Jerusalén se dividirá en tres partes. Roma y todas las grandes ciudades de la tierra son reducidas a ruinas. Toda la soberanía sobre los reyes de la tierra que Roma y Babilonia habían representado es destruida para siempre. La "gran Babilonia" es descrita como madura y lista para un "gran terremoto" y una "plaga... extremadamente grande". Su lugar y su grandeza son condenados a eterna destrucción (Jeremías 51:62-64), destrucción que es celebrada en el cielo según Apocalipsis 19:1-4.
Además del terror de esta hora, viene el desplomamiento de islas y montañas. Bajo el sexto sello éstas fueron removidas "de su lugar" (6:14). Aquí se dice que "toda isla huyó, y los montes no fueron hallados". ¡Será una gigantesca catástrofe!
El acto que sirve para coronar los juicios es el descenso de enormes granizos sobre la tierra. El granizo, como lo veíamos anteriormente, es un símbolo de la ira divina (Isaías 28:2; Ezequiel 38:22). (Con respecto a otras granizadas, vea Apocalipsis 8:7 y 11:19.) Nadie se puede imaginar con exactitud cómo serán los efectos de esta violenta y desastrosa tormenta de granizo. La destructiva y asombrosa naturaleza de este juicio se nos hace más evidente cuando recordamos que los granizos son "como del peso de un talento" cada uno. Un talento tiene entre 47 y 82 kilogramos, de manera que la severidad del juicio reservado para el día de la batalla y la guerra "en los tesoros del granizo de Jehová", es temible en extremo (Job 38:22, 23; Salmo 105:32).
¡Pero estos juicios solamente provocan blasfemia en lugar de provocar arrepentimiento! El endurecimiento de la conciencia es el resultado de la persistencia en el pecado. La tragedia consistirá en que los hombres no se sentirán quebrantados para arrepentirse, sino que permanecerán sin cambio alguno. Con tal demostración del poder judicial de Dios, los hombres deberían sentirse arrepentidos y glorificarlo a Él, pero en lugar de eso, perecerán maldiciendo a Dios Qué diferente es el efecto que produce la manifestación del poder de Dios sobre los suyos: estos dan gloria al Dios del cielo (11:13).

BENDICIONES
PASTORA LUCY
ADMINISTRADORA

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