marzo 19, 2007

LOS SIETE JUICIOS (CONCLUSION)


Este libro tan especial que es el Apocalipsis, es un libro de tronos y juicios. En 19:11-21 tenemos el juicio de Cristo contra las personas vivas. Aquí en 20:11-15 aparece el juicio sobre los muertos. En 4:2 vemos el trono desde donde es gobernada la tierra. Mateo 25:31 nos habla del "trono de su gloria", el cual está relacionado con el juicio de Cristo sobre las naciones vivas. Pero entre todos los tronos de las Escrituras, el que se conoce como "el gran trono blanco" es el más terrible y severo.
¿Qué clase de trono es este que no será establecido ni en la tierra ni en el cielo? No es el trono de un soberano a punto de reinar y dar órdenes, sino el de un juez que está a punto de pronunciar juicio sobre los culpables. Es un trono establecido con un propósito específico; no es un trono permanente, porque deja de operar tan pronto como son aplicados los juicios sobre los condenados. En este trono las posiciones serán opuestas a las del juicio de Pilato. Allá el Creador fue juzgado por una criatura, pero ahora, la criatura comparece ante el Creador para recibir su sentencia. En la sala de Pilato, Dios permanece callado ante el hombre; pero aquí, el hombre queda ep silencio delante de Dios. Aquél que un día fue condenado ante un tribunal de la tierra, ahora será quien tendrá que decidir los destinos de la raza humana y revelar los principios del gobierno divino.
Por haber rechazado la gran salvación ofrecida por Cristo, ahora los pecadores tienen que comparecer ante el gran trono blanco. Este será un trono grande por muchas razones:
• Por la dignidad del juez mismo.
• Por la grandeza e inigualable solemnidad de la ocasión.
• Por lo grandioso de la escena: aquí amanece la eternidad.
• Por las eternas consecuencias del juicio.
• Por los grandes destinos determinados allí.
El color blanco del trono corresponde a la personalidad del que lo ocupa. Él es quien "ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud" (Salmo 9:7, 8). El infinito ante quien los finitos deben comparecer, es santo y justo en "el día de la ira y el justo juicio de Dios" (Romanos 2:5). No se tratará a nadie con injusticia o ingratitud, como le sucedió a Él a manos de Pilato. La blancura del trono simboliza la pureza y rectitud de los juicios del Juez. Aquí vemos el fulgor de la santidad, justicia y pureza divinas. ¡Cuan terrible será para los pecadores tener que enfrentarse al resplandor irresistible de la presencia del Señor!
B. El Juez
El Juez es el Señor nuestro Dios, el Salvador, quien declaró que su Padre le había dado toda "autoridad de ejecutar juicio" (Juan 5:27). En vista de que la salvación fue planeada por Dios, adquirida por Cristo y aplicada por el Espíritu Santo, es probable que las tres Personas de la Trinidad estén presentes en el juicio de aquellos que hayan menospreciado tal salvación. Sin embargo. Cristo será quien pronunciará el solemne juicio contra los perdidos. (Vea Juan 5:22; Hechos 10:42; 17:31; 2 Timoteo 4:2.)
Con sus ojos como llamas de fuego, Cristo escudriñará y abrasará a los que estén frente a Él (1:14; 19:12). Todo y todos se marchitarán ante su penetrante y ardiente mirada de justicia y juicio. Esos ojos no parpadearán con misericordia en esos momentos, porque con ilimitada majestad, el dueño de esa mirada penetrante ha adquirido el derecho de disponer del destino de sus voluntariosas criaturas. Puesto que el Juez es el justo, su juicio estará de acuerdo con su naturaleza. "¿El juez de toda la tierra, no hará lo que es justo?" Por supuesto que sí lo hará, como lo hace siempre. "Con justicia juzga y pelea." "Tus juicios son verdaderos y justos" (Apocalipsis 19:11; 16:7).
La mención del rosfo del Juez es digna de notarse. En 12:13-16 Israel se ve forzado a huir "delante de la serpiente", pero aquí "la tierra y el cielo" tienen que huir de delante del rostro del Señor, que es ahora el juez. Una vez ese rostro fue escupido, abofeteado y desfigurado, pero ahora luce adornado con una temible majestad. Y será en este rostro donde los inicuos verán su terrible sentencia de condenación.
¡Cuan diferente será la mirada de la Iglesia hacia aquel rostro! "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (22:4). Los santos del Señor tendrán el honor de participar en el juicio. "Para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos. Aleluya" (Salmo 149:9; compare con 1 Corintios 6:2, 3).
C. El juicio
Los tribunales de los países democráticos tratan de ofrecer a los criminales un juicio justo. Este tribunal del cielo no se ha establecido para discutir sobre los pros y los contras en el caso de un pecador, sino para llevar a cabo una sentencia ya declarada. Los incrédulos del mundo de hoy ya están condenados, porque no han creído (Juan 3:18). En aquel día los muertos resucitarán y comparecerán ante el juez, no para juicio que compruebe su culpabilidad o su inocencia, sino para recibir la ratificación de una condenación ya pronunciada.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:18). El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36).
Este juicio es llamado "eterno" (Hebreos 6:2), porque sus consecuencias son eternas. También sirve como garantía de que el pecado nunca invadirá la nueva creación de Dios. El cristiano se regocijará al saber que no tendrá que enfrentar jamás tal condenación: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). Por haber aceptado a Jesús, que llevó nuestra condenación, y haber permanecido en Él, somos salvos del pecado y de su justo castigo.
D. Los juzgados
Son varios los objetos de juicio que se mencionan en el terrible relato del juicio del gran trono blanco, y es muy importante notar sus respectivos juicios.
La tierra y los cielos. Ocurrirá una desaparición instantánea de la antigua creación, porque el que está sentado en el trono fue su Creador. Por eso mismo, obedece inmediatamente a su mandato. ¿Por qué se desvanecerá la tierra? Porque fue el escenario del pecado y la rebelión, y sobre ella se derramó la sangre del Juez. Los hombres se aferraron a ella por muchos siglos, pero aliora desaparece. ¿Por qué desaparece el cielo también? Los cielos aéreos no pueden permanecer porque fueron contaminados por Satanás, el príncipe de la potestad del aire. ¿Cómo pueden permanecer los cielos si no son puros ante Dios? Entre las nuevas erial uras tendremos los nuevos cielos y la tierra nueva (Apocalipsis 21:11). (Vea también Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:7, 10-13; Hebreos 1:10-12).
Los ángeles caídos. Como ya se decidió la suerte del principal rebelde (20:10), Cristo procede ahora a tratar con todos aquellos sobre quienes influyó Satanás. Si bien no tenemos pruebas en esta narración de que las huestes satánicas hayan de comparecer ante este trono, creemos que será en esta ocasión cuando serán juzgados todos los espíritus malignos. "Y a los ángeles que no guardaron su dignidad sino que abandonaron sus moradas, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (Judas 6). Si, como Pablo afirma, nosotros hemos de juzgar a los ángeles (es decir, a los caídos), entonces tal parece como que los santos estarán en este tribunal realizando una labor judicial. No es difícil entender por qué Satanás aborrece tanto el Apocalipsis y lucha por hacer que los creyentes no lo lean ni lo estudien. Él no quiere que sepamos cómo va a ser su terrible juicio, y el severo castigo que les aguarda a sus aliados angélicos y humanos.
Los muertos. En este grupo debemos agrupar a todos los muertos en pecado, ya sea que estén muertos espiritual o físicamente. Los impíos que estén en la tierra en estos momentos serán transferidos inmediatamente a este juicio, mientras que los muertos que se encuentren en el infierno serán levantados para que comparezcan con los otros ante este tribunal. Aquí comparecen ellos como prisioneros, esperando su sentencia de condenación eterna. Los muertos en Cristo fueron resucitados cuando el Señor regresó por su Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16, 17). Pero esta resurrección no será "de entre los muertos" (para los creyentes), sino la resurrección de todos los muertos impíos para su juicio final. Todos los que murieron en pecado antes de que Cristo viniera al mundo serán juzgados de acuerdo al libro de la ley (Romanos 2:12; 3:19). Todos los que murieron después de Cristo serán juzgados de acuerdo con el Evangelio eterno. No se verán allí infantes ni débiles mentales, porque ellos no tuvieron conciencia de responsabilidad. Por esto, la sangre de Cristo, que cubre el pecado adánico, garantiza su presencia en el cielo.
Ante este trono terrible comparecerán pecadores de todas las categorías, como se indica en la frase "grandes y pequeños", expresión que aparece cinco veces en el Apocalipsis. Actualmente existen varias clases y distinciones, sociales y raciales. Pero toda distinción será eliminada cuando el Juez se siente en su trono, porque no hay acepción de personas en Él. Los grandes y poderosos, igual que los pobres y los insignificantes, entrarán al lago de fuego y azufre.
Los cobardes. Estos son los que vivieron en la tierra llenos de temores. Siempre tuvieron miedo de confesar a Cristo, de identificarse con el Evangelio y vivir para el Señor. Les fallaba el corazón debido al miedo. Aunque quizá fueran valientes y fuertes en otros aspectos, cuando se trató de recibir a Jesucristo como su Salvador, fueron cobardes.
Los incrédulos. Aquí tenemos a la clase más numerosa, que se encuentra en todos los grupos sociales. Jesús mismo declaró que los que andan por la senda ancha son muchos. Es triste pensar que la mayoría de los seres humanos son incrédulos. Muchos de nuestros centros de educación secular producen paganos pulidos. La mente natural simplemente no está dispuesta a recibir y creer el mensaje del Salvador crucificado y resucitado.
Los abominables. En este grupo se encuentran todos los moral y físicamente depravados. Aquí se ve nuevamente la corrupción de los días de Noé. Las guerras han dado oportunidad de que se liberen distintas clases de pecados detestables.
Los homicidas. Las estadísticas nos informan que los homicidios están aumentando. Jesús llamó a Satanás homicida. Él es el padre de todos los que destruyen las vidas de otros. ¡Qué día tan terrible el que les aguarda a todos los asesinos y verdugos del mundo que han matado a hombres, mujeres y niños inocentes!
Los fornicarios. La Escritura usa la palabra "fornicación" para referirse a la inmoralidad sexual de toda clase. El adulterio, el incesto y la idolatría son considerados como fornicación (Mateo 5:32; 1 Corintios 5:1; 2 Crónicas 21:11). También las doctrinas no bíblicas se consideran como fornicación espiritual (Apocalipsis 19:2).
Los hechiceros. Anteriormente hicimos mención del hecho de que esta palabra está conectada con la palabra "farmacia". En el pasado las drogas jugaban un papel muy importante en la hechicería. Una vez más nos encontramos en una sociedad alcohólica, drogada y esclava de toda clase de estimulantes y calmantes. En esta categoría podemos colocar a todos los que se identifican con el espiritismo y el demonismo.
Los idólatras. La interpretación general de esta clase es que représenta a los paganos adoradores de ídolos de madera o de piedra. Sin embargo, no todos los idólatras están en África o en la India; hay incontables multitudes de idólatras alrededor de nosotros en nuestros países "cristianos". Estos se adoran a sí mismos, su dinero, sus negocios, sus deportes. ¿Que es un (dolo? Un ídolo es cualquier cosa o persona que toma el lugar de Dios en la vida de un individuo.
Los mentirosos. Toda clase de mentirosos deberán comparecer ante el trono de Dios. Satanás, el padre de la mentira, ya estará en el lago de fuego, y ahora sus hijos van al mismo lugar. Todos los que niegan o contradicen a Dios y a su Palabra son mentirosos.
Ninguno de los condenados podrá apelar en contra del juicio que pesa sobre ellos. Todos estarán totalmente conscientes de su culpabilidad. Si bien los castigos serán proporcionales en intensidad, es decir, según la culpa de cada uno, la duración del castigo será por toda la eternidad en todos los casos.
El mar. Al describir la nueva creación, Juan declara que el mar no existe más. Esto era muy significativo para Juan, quien en su prisión de Palmos sabía que el mar Egeo lo separaba de aquellos a quienes deseaba ver y ministrar. Pero, ¿cual es el sentido total de la frase que indica que el mar entregará a los muertos que están en él? ¿Debemos interpretar aquí "mar" como símbolo de la intranquilidad y agitación de la humanidad, y por tanto, un anuncio de que las masas y todos los alborotadores serán apaciguados en el juicio? ¿O debemos aceptar la interpretación común: que todos los que han muerto ahogados en el mar deberán salir de su tumba submarina? A nuestro parecer la siguiente frase, la cual indica que "la muerte" entregó "los muertos" que estaban en ella incluye a todos los que han muerto y han sido sepultados en la tierra y en el mar.
George Pember, en su interesante libro Earth's Earliest Ages (Las edades primitivas de la Tierra), sugiere que el mar es la prisión de un vasto número de demonios que siguieron a Satanás en su expulsión del cielo, y quienes, cuando fue formado el mar, quedaron aprisionados en él. Es probable que a estos se refiera el versículo 6 de Judas al indicar que Dios "los ha guardado en obscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día". Cuando pasen el cielo y la tierra, también el mar pasará. Por lo lanío, todos los seres que se encontrasen allí tendrían que comparecer ante el que creó los mares.
La muerte y el infierno. La muerte o la tumba encerraba los cuerpos de los perdidos, mientras que el Hades encerraba sus espíritus. Ahora se unen los espíritus a los cuerpos y en esos cuerpos eternos de perdición y en esos espíritus eternos de condenación salen a la muerte de la muerte. Pronto este monstruo será destruido: "El último enemigo en ser destruido será la muerte." El Hades o infierno es la morada actual de los pecadores muertos. Pero esa habitación temporal desaparecerá y en su lugar existirá el lago de fuego, que será un sitio de sufrimientos terribles y eternos. Se habla de esta resurrección como de vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2); de los injustos (Hechos 24:15); de condenación (Juan 5:29). ¡Cuan diferente será la resurrección de los creyentes cuando Cristo venga por su Iglesia! (Vea 1 Tesalonicenses 4:16, 17; Eilipenses 3:21; 1 Corintios 15.)
La muerte y el infierno siguieron inmediatamente a sus anteriores ocupantes en el lago de luego (Apocalipsis 20:14). Puesto que existen como consecuencia de la introducción del pecado en el mundo por obra de Satanás, ahora lo siguen al lugar de eterna condenación. Ya que las llaves del infierno y de la muerte cuelgan del cinto de Cristo, Él puede actuar como quiera con ellos. "Yo soy. . . el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:17, 18) El lago de fuego viene a ser el depósito final de todos los que fueron desobedientes a Dios y Cristo Jesús. El terrible nombre "lago de fuego" aparece cinco veces en el Apocalipsis, y debiéramos considerar el significado de esta morada final de Satanás, la bestia y el infierno. ¡Indudablemente, tan terrible expresión nos hace ver que este indescriptible castigo es eterno y definitivo!
Hay quienes aseguran que aquí el lenguaje es figurado solamente y que no se refiere a llamas verdaderas. Si esto es así, entonces la realidad simbolizada debe ser aún más terrible que la figura. "Hay que recordar," dice Broadus, "que el lenguaje puede ser altamente figurado sin ser ficticio. Solamente es necesario entender qué se quería decir con las figuras de las Escrituras, y dicho significado será tan real y verdadero como si se dijera en lenguaje común y corriente. De manera que el fuego que nunca se apaga puede ser considerado como una figura, si asi se prefiere; sin embargo, siempre significará que en el infierno habrá algo tan terrible como el fuego; tan cruel y atormentador como lo es el fuego al cuerpo material. Es más: la realidad del infierno, como la del cielo, sobrepasa enormemente a los cuadros imaginativos que las cosas y figuras terrenales puedan evocar." A esto podemos agregar el hecho de que Cristo jamás hizo una falsa amenaza, de modo que al hablar del fuego eterno. Él estaba previniendo al hombre contra un castigo real descrito con unas figuras tan vivas, que indican el más extremo sufrimiento.
Este juicio de fuego fue preparado para el diablo y sus ángeles:
"Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Maleo 25:41). Ellos serán los primeros en sufrir el tormento de las llamas.
El lenguaje usado para describir la morada eterna de los perdidos es suficiente para horrorizar el corazón del pecador. El lago de fuego; la muerte segunda; tinieblas; abismo y obscuridad para siempre; llanto y crujir de dientes. La enseñanza de Cristo indica claramente que el tormento será eterno (Lucas 16:24-26). En el lago de fuego los condenados estarán totalmente conscientes, lo cual hará su angustia más intensa aún. No existe un purgatorio, ni medio de escape alguno. "Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera (pie los que quisieren pasar de aqui a vosotros, no pueden, ni de allá pasar para acá" (Lucas 16:26). Todos los condenados serán atormentados para siempre jamás (Apocalipsis 20:10).
La repetida frase la muerte segunda se explica muy fácilmente. La primera muerte es física: la separación del espíritu y el cuerpo. La segunda muerte es eterna: la separación definitiva entre espíritu y Dios. Esta segunda muerte no tendrá potestad sobre los salvos (Apocalipsis 20:6). Donaid G. Barnhouse, en su libro God's I.ast Word (La última palabra de Dios) afirma: "Como para darles una palabra final de consolación a aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero y a la vez, una palabra final de advertencia a aquellos que no conocen a Dios, se presenta una vez más la distinción: ''Todo aquel que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.' "
E. Los libros del juicio
Ahora llegamos a la complicada cuestión de los diversos registros que según la declaración de Juan están delante del Juez cuando Él juzga a los condenados que estarán de pie delante del trono. "Los libros," "otro libro," "el libro de la vida" y "el libro de la vida del Cordero" son términos que deben ser distinguidos e interpretados.
"Los libros" (20:12) es una expresión que implica la existencia de más de un registro en el cielo. Se puede entender claramente que son el registro de las obras de todos los que están a punto de ser juzgados. "Y fueron juzgados los muertos por las cosas que están escritas en los libros, según sus obras" (Apocalipsis 20:12). El Señor mantiene un registro fiel de todos los pensamientos, obras y palabras de los pecadores. Nada es tan insignificante como para que no sea registrado.
Este no será un juicio general; los méritos de cada persona serán considerados: "cada uno según sus obras". El rico de Lucas 16, cuando murió y fue al Hades, clamaba: "Estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham respondió: "Hijo, acuérdale." Entonces el rico empezó a recordar las oportunidades pasadas y perdidas. Recordó lo que Moisés y los profetas habían dicho. Se acordó del mensaje de la Santa Palabra de Dios. ¡Se acordó, pero ya era demasiado tarde!
Aunque una persona tenga un buen historial de vida, es evidente que lo único que realmente cuenta es si Cristo ha inscrito su nombre en "el libro de la vida" (Apocalipsis 20:12). "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos" (Lucas 10:20). La base para la condenación no es que haya ausencia de obras, sino que sus nombres estén ausentes. "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mateo 7:22, 23).
Cristo ejerce autoridad sobre este registro, como se indica en Apocalipsis 3:5. (Vea también 13:8; 21:27). El libro de la vida del Cordero es el registro dorado de aquellos que pertenecen al Señor. Esos nombres fueron escritos en estos libros mucho tiempo antes de los acontecimientos del gran trono blanco. Donaid G. Barnhouse señala los puntos siguientes sobre los diversos libros que hay en el cielo:
"Los libros" es un plural. Hay más de un libro en los registros que se llevan en el cielo. Hay por lo menos dos libros relacionados con los que han creído en el Señor Jesucristo. Existe uno que es el rollo de los escogidos en Cristo y es conocido como "el libro de la vida del Cordero" (Apocalipsis 21:27) o simplemente "el libro de la vida" (Filipenses 4:3; Apocalipsis 13:8). De esto estaba hablando el Señor Jesucristo cuando les dijo a sus discípulos que debían regocijarse de que sus nombres estuvieran escritos en el cielo (Lucas 10:20). Hay otro libro que también tiene que ver con los creyentes. Contiene el registro de todos sus pensamientos y meditaciones relacionadas con su Señor. Esto lo leemos en el bello pasaje de Malaquías 3:16 que dice: "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memorias delante de Él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre." Es muy posible que este libro sea el que contiene la diferencia entre aquellos que son salvos y reciben la recompensa y la corona y aquellos que son salvos como por fuego, cuyas obras serán quemadas (1 Corintios 3:14, 15).
En el pasaje que estamos considerando en el Apocalipsis se hace evidente que también hay libros que tienen que ver con los no salvos... El más fácil de describir es el libro que recoge la vida y las obras de los que no serán salvos. Aquí leemos en términos nada dudosos que las obras de los incrédulos están registradas en los cielos. Cómo se realiza todo esto, no pretenclemos saberlo ni nos arriesgamos a adivinarlo. Está en el secreto de Dios, pero no resulla difícil creerlo, ya que los mismos hombres han alcanzado la capacidad de grabar en discos grandes sinfonías y elocuentes discursos, y han podido reducir enormes bibliotecas y conservarlas en microfilms. Aquí se nos presenta una realidad. Dios la declara. El incrédulo puede mofarse de ella, pero por este mismo registro tendrá que ser juzgado.
Tal parece que en el "libro de la vida" habrá algo así como el registro de un censo, en el cual se encontrarán todos los nombres de los humanos que han existido, y que los nombres de los que no han creído en Cristo serán borrados del libro, dejando la lista de los escogidos en Cristo. Ya hemos visto (Apocalipsis 3:5) que una de las promesas hechas a los que vencieren es que sus nombres nunca serán borrados del libro de la vida. Esto indicaría que algunos si han sido borrados; indudablemente, son los nombres de los perdidos. Esto se indica con mayor énfasis en la declaración que se hace en el último párrafo de la Biblia (Apocalipsis 22:19). Los nombres de aquellos que quiten algo de la revelación de Dios en las Escrituras, serán quitados a su vez del libro de la vida.
BENDICIONES
PASTORA LUCY
ADMINISTRADORA

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