El proceso de fundar Iglesias
Por No hay un método único o exclusivo para levantar iglesias. Bajo la dirección del Espíritu Santo puede suceder que un método tenga éxito donde otros métodos han fracasado. La elección del método a utilizar dependerá de varios factores, de los cuales, uno de los más importantes es la calidad del obrero y su manera de encarar la tarea.
Será un factor positivo si el evangelista que inicia la obra se queda como pastor hasta que la iglesia haya sido establecida sobre bases sólidas. Si solamente actúa en una campaña y espera que otra persona se haga cargo del pastorado, habrá que tomar otras providencias al margen.
Un evangelista o un misionero que inicia una campaña en un sitio donde no hay una iglesia constituida que se haga cargo de los conversos, debe incluir en su plan la atención de los conversos que hayan resultado de su esfuerzo evangelístico.
Es un grave error, si no un pecado, lograr un cierto número de conversos y luego abandonarlos sin que nadie los atienda. Algunos evangelistas piensan que su tarea está limitada a predicar y a ganar a las multitudes. A veces logran ganar veintenas y tal vez centenares de nuevos conversos, y al finalizar la campaña sienten que han cumplido con su obligación y se van en busca de nuevos campos sin haber tomado las providencias necesarias con relación a los nuevos conversos que dejan atrás. Y a veces falsos maestros aprovechan esa oportunidad para llevar tras de si a los nuevos convertidos.
Ocurre también que hay personas que verdaderamente han despertado a la realidad y se han convertido, pero al carecer de ayuda espiritual se desilusionan y muchos de ellos se alejan totalmente o por lo menos dejan de crecer. Y no solamente se pierde en el vacio gran parte de la campaña, sino que el próximo evangelista que llega verá dificultado grandemente su esfuerzo para realizar una tarea permanente. Cuando un misionero 0 un evangelista planea una campaña en un sitio nuevo, debe pensar con antelación y decidir qué hacer con los nuevos conversos.
Podemos mencionar tres alternativas. Primero: el evangelista que está levantando la iglesia se queda como pastor permanente. Segundo: el evangelsita trae consigo un colaborador que se queda cuando aquel se vaya. Este colaborador trabajará con el evangelista durante la campaña instruyendo a los nuevos conversos y quedándose luego como pastor. Tercero: el evangelista o misionero que no quedará definitivamente como pastor, permanece el tiempo suficiente para formar líderes locales que serán los sobreveedores de la nueva congregación.
Este último era el método que aplicaba el apóstol Pablo. Otro problema a resolver es el lugar donde se ha de reunir la nueva congregación. El costo de las propiedades, especialmente en las grandes ciudades, es muy elevado y no está al alcance de la nueva congregación. No es aconsejable, y sería un error hacerlo, donarle de inmediato un edificio para una nueva congregación, aunque ello fuera posible. Debe hacerse carne en los miembros de la congregación, que la iglesia es su iglesia y que, por lo tanto, deben asumir la responsabilidad de su construcción.
Es probable que de acuerdo al actual sistema de evangelizar se haya dado el problema de la edificación de la iglesia más jerarquia de la que realmente tiene. En la época neotestamentaria este problema no asumía mayores proporciones. No obstante, y dadas nuestras actuales circunstancias, debemos resolver el problema que plantea la adquisicion de un lugar de reunion. Los gobiernos de algunos paises fijan limitaciones restrictivas a la reunion de personas para servicios religiosos, obligando a que tales reuniones sean en locales específicamente destinados a tal fin.
En tales casos, el problema de un lugar apropiado para las reuniones va de la mano con el problema de establecer una iglesia. Aún así, y en las etapas iniciales de la formación de la iglesia, la adquisición de un edificio debe ser considerado como de importancia secundaria, debiéndose dar prioridad al aspecto espiritual de ganar a los perdidos para Cristo. Muchas veces, cuando el Espíritu de Dios comienza a moverse, el problema del lugar para la congregación se resuelve de una manera milagrosa. Cuando se da prioridad a la gran necesidad espiritual, los aspectos materiales se resuelyen más fácilmente. Hay distintas maneras de iniciar una campaña.
El evangelista puede alquilar un lote por algunos meses o un año y plantar una carpa o construir un templo provisorio, o simplemente levantar una plataforma e instalar un equipo apropiado de altoparlante, luces, etc., y mantener una campaña al aire libre si las condiciones del tiempo lo permiten. A medida que aumenta el número de convertidos, se aceptarán ofrendas para la compra de un sitio permanente y la construcción de un sencillo edificio.
También puede pensarse en un salon auditorio o un depósito apropiado para reuniones públicas estimulando a la congregación de que pague el alquiler, o comprarlo pagando la entrega inicial y las cuotas mensuales a cargo de la nueva iglesia. En los lugares donde se quiere establecer una nueva iglesia, pero donde ya hay otras iglesias constituidas en la region que proveen de obreros, puede seguirse otro plan. Una vez finalizada la campaña del evangelista, en lugar de buscar un edificio para albergar a una numerosa congregación, es mejor dividir a los conversos en pequeños grupos en los distintos sectores de la ciudad.
Pastores con experiencia o estudiantes de escuelas bíblicas, tomarán a su cargo a estos grupos en casas o edificios alquilados, en la esperanza de que cada grupo crecerá lo suficiente como para llegar a ser una iglesia constituida y finalmente encarar su propia edificación. Este sistema ha tenido mucho éxito en más de una capital de paises latinoamericanos. En un esfuerzo evangelístico en San Salvador que logró más de 350 conversos que fueron bautizados, tanto éstos como algunos amigos interesados en el evangelio fueron divididos en doce grupos en toda la ciudad.
Obreros de iglesias vecinas y de la Escuela Bíblica, trabajaron activamente con el resultado de que en un año se establecieron doce iglesias en la ciudad, y que en el curso de los diez años subsiguientes creció al grado de alcanzar cuarenta en la ciudad y sus alrededores. Este método, por supuesto, depende de la disponibilidad potencial de pastores a quienes se les pueda encargar la responsabilidad de estos nuevos grupos. Digamos algo en favor de este último método.
Si bien no ofrece un cuadro impresionante el que mil cristianos estén desparramados en veinte iglesias en toda la ciudad en lugar de reunirse todos ellos bajo un mismo techo, no obstante, y sin duda alguna, tiene muchas ventajas. Por una parte, y al comienzo de la formación de una iglesia en una region, es dificilísimo hallar un pastor con la suficiente capacidad para atender a una iglesia de 500 conversos. Mucho más fácil es hallar obreros que puedan atender a un grupo de cincuenta.
Y, por otra parte, al distribuirlos por toda la ciudad, probablemente alcancen a un mayor sector de la población que lo que se lograría si todas las actividades se desarrollaran en una ubicación central.
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