EL AMOR DIVINO ALIMENTA AL AMOR HUMANO
Lea: Cantares 1-4
JUNIO
DIA 30
La tradición considera que el Rey Salomón
escribió este bello poema de amor por el año 960 a. C. El propósito de
la obra es exaltar el amor humano, al plano que Dios quería. También es
figura del amor de Dios para con su pueblo. (Benware. P.A.T.1988)
“¡Que hermosa eres, amada mía, que hermosa eres! ¡Tus ojos son como
palomas! ¡Qué hermoso eres, amado mío, que dulce eres! (Cnt.1:15-16)
No hay dudas que este libro nos hace pensar en el amor de Cristo y su
amada Iglesia. En el encantamiento mutuo de dos personas que sea aman y
que se dicen cosas dulces y románticas. No hay cosa más tierna y más
sublime en el aspecto humano que amar y ser amado.
En Cantares 2, el amor, hace alimentar los pequeños detalles; en el
caso del creyente, la Biblia, la oración y las disciplinas
espirituales, el servir al necesitado. En el caso de una pareja, los
detalles de un “te amo”; una flor, un obsequio, una tierna caricia, y
tantas cosas, alimentan y nutren el romance y el amor entre novios y
especialmente entre casados. El detalle de amar a Dios, de buscarlo “en
espíritu y en verdad” es clave para nuestra espiritualidad. El detalle
de respetarnos entre hermanos de diferentes templos y servirnos
mutuamente, es vital.
En Cantares 3, La estimulación artificial del amor está tan lejos de la
voluntad de Dios como está cerca de él el verdadero amor. Hay
tiempo de abrazar y de no abrazar. Un amor digno y auténtico no obedece
a los estímulos exteriores. (Guthrie NCB 1985)
Las palabras, los gestos, la actitud y motivación deben agradar a Dios
y a nuestro ser amado para tener una renovada comunión de éxito. Mire a
sus ojos, dígale cuanto la ama; aprecie ese gesto y prémielo. Orar para
amarse es hermoso, si juntos aprovechan para abrazarse y amar a los
hijos, a los padres. Nuestra sociedad necesita de elogios y
abrazos. Dígale a Dios cuánto lo ama, y sirva al pobre.
En Cantares 4, Salomón a la sulamita la rindió con palabras elocuentes,
de corazón. Él pudo observarla en la intimidad de la recamara y al
final decir: “No hay defecto en ti”. Esto es clave al amarse, elogiarse
sinceramente.
Así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por entero a ella para
santificarla, para que sea sin “mancha ni arruga” o sea perfecta; así
nuestro amor, debe crecer. Las palabras curan, hacen bien. Hable lo que
edifique, deje que el Espíritu Santo controle su lengua para alabar al
Señor y motivar a la familia. Ore para que nos amemos mutuamente.
ORE:
Padre, cuanto te amo, rey de mi vida; que ame más a mi cónyugue.
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