junio 19, 2015

Amad a vuestros enemigos

Meditacion diaria
Amad a vuestros enemigos
“Oísteis que fue dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43, 44).
Estos versículos y los que le siguen son una de las partes más hermosas del evangelio. “Oísteis que fue dicho” se está refiriendo a Levítico 19:18: “No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero este amor al prójimo se limitaba a los hijos de Israel y a los extranjeros residentes entre los israelitas (Deut. 10:18, 19). Ni en la ley ni en todo el Antiguo Testamento hay un precepto o recomendación que hable de amar a los enemigos, tampoco que ordene que se les odie o aborrezca.
En el sermón del Monte Jesús condena también el formalismo, la ciega adhesión de los fariseos a la letra de la ley. “Oísteis que fue dicho a los antiguos… pero yo os digo” (Mat. 5:21, 22), Jesús reemplaza “la cámara fotográfica de la moral farisaica” que ve solo el exterior por “el aparato de rayos X del Espíritu Santo” que ve, descubre y juzga el interior, el corazón.
A la ley del talión, “ojo por ojo y diente por diente” (Mat. 5:38-42) que fue dada para reglamentar la venganza y frenar el mal, Jesús opone el principio activo de la no violencia que consiste en abrir la conciencia del otro, introducir en ella un rayo de luz, no reaccionar con la fuerza, sino con el Espíritu que penetra y redarguye: poner la otra mejilla, darle el manto si te ha tomado la túnica, llevar una carga dos millas si te ha obligado a una.
En el mismo contexto de la ética de relaciones interpersonales, Jesús supera totalmente los límites impuestos por la moral rabínica y asciende al cenit mismo de la moral cristiana: el amor a los enemigos (Mat. 5:43, 45) y no apelando a sentimientos pasajeros, sino a los santos principios que emanan del propio amor divino. El Señor sabe que no se puede ser genuinos creyentes teniendo el corazón lleno de odio, aun cuando existan razones que lo justifiquen. Al orar por los enemigos, los odios y rencores se van superando independientemente de que en ellos haya un cambio de actitud. Entonces, hay paz en el corazón.
En este día, te exhorto a orar por aquellos que te han lastimado y te han hecho daño. Dile a Dios: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34).
Cristo te ama y yo tambien, alabaaaaaaaaaaaaa y gozateeeeeeeeeeeeeeee.

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