junio 22, 2015

Judas

Judas
“Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce” (Luc. 22:3). Sin duda, Satanás trabajó arduamente para conseguir a todos los discípulos. ¿Qué tenía Judas que capacitó al adversario para tener éxito con él, en contraste con los demás?
Lucas dice que Jesús oró solo, toda una noche en las montañas, antes de elegir a sus discípulos (Luc. 6:12-16). Él creyó que los Doce eran el regalo de Dios para él (Juan 17:6-9). ¿Fue Judas una contestación a la oración? ¿Cómo hemos de entender lo que sucede aquí, fuera de que aun en la traición y la apostasía de Judas el propósito de Dios había de cumplirse? (Ver 2 Cor. 13:8.)
Judas tenía mucho potencial y podría haber sido otro Pablo, pero fue en una dirección equivocada. Lo que pudo ser para él una experiencia de Getsemaní fue en cambio, como la caída en el Edén.
“[Judas] había fomentado el mal espíritu de la avaricia, hasta que este había llegado a ser el motivo predominante de su vida. El amor al dinero superaba su amor por Cristo”.
Cuando Jesús alimentó a los cinco mil (Luc. 9:10-17), Judas captó el valor político del milagro y “puso en pie el proyecto de tomar a Cristo por la fuerza y hacerlo rey”. Pero, Jesús denunció el intento, y allí comenzó el desencanto de Judas: “Sus esperanzas eran grandes y su desencanto fue amargo”. Obviamente, Judas y otros creían que Jesús usaría sus poderes para establecer un reino terrenal, y Judas quería un lugar en ese reino. Cuán trágico fue que su deseo de un lugar en un reino temporal le hiciera perder un lugar en el Reino eterno.
En otra ocasión, una devota seguidora de Jesús ungió sus pies con un perfume costoso, y Judas observó que era un desperdicio económico (Juan 12:1-8). Todo lo que Judas podía ver era el dinero, y su amor al dinero opacaba su amor a Jesús. Esta fijación con el dinero y el poder condujeron a Judas a ponerle precio a Jesús (Mat. 26:15). Desde entonces, “entró Satanás en Judas” (Luc. 22:3). Y Judas fue un alma perdida
No hay nada de malo con el estatus, el poder o el dinero. El problema surge cuando estas cosas (o cualesquiera otras) ensombrecen nuestra fidelidad a Dios. ¿Por qué es importante considerarse uno mismo como Judas, para no autoengañarse?

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