Meditacion diaria
Temed a Dios
“Temed a Dios, y dadle gloria” (Apoc. 14:7) es el primero de los tres mensajes angélicos, tan centrales en la vida y la fe cristiana. Temer a Dios no es tener miedo, como a menudo se piensa. Es darse cuenta de cómo es Dios y cuáles son sus demandas para nosotros. Es un acto de fe que involucra total lealtad a él. Dios llega a ser el único guía y árbitro de nuestra vida, de nuestros pensamientos, acciones, relaciones y destino. El discipulado basado en esa clase de “temor” se encuentra sobre un terreno seguro.
Lee Lucas 12:4 al 12. 4 No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie. 5 En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa.” 6 Si allí hay gente de paz, la paz de ustedes reposará sobre esa gente; de lo contrario, la paz volverá a ustedes. 7 Quédense en esa misma casa, y coman y beban lo que les den, porque el obrero es digno de su salario. No vayan de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan. 9 Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.” 10 Pero si llegan a alguna ciudad y no los reciben, salgan a la calle y digan: 11 “Hasta el polvo de su ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero sepan que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.” 12 Yo les digo que, en aquel día, el castigo para Sodoma será más tolerable que para aquella ciudad. ¿Qué nos dice Jesús aquí acerca del temor?
El pasaje nos muestra a quién hay que temer y a quién no. No necesitamos temer a las fuerzas que solo pueden afectar nuestro cuerpo en el mundo presente. En cambio, debemos temer y obedecer a Dios porque en sus manos está nuestro destino eterno. No obstante, nuestro Dios –cuyos ojos están sobre el gorrión (Luc. 12:6 ¿No se venden cinco gorriones por dos moneditas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. ) y quien ha contado nuestros cabellos (vers. 7 pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.) es amante y se preocupa por nosotros; por ello, cada uno de nosotros es infinitamente precioso a su vista. Si realmente creyéramos eso, ¿cuántos temores terrenales se desvanecerían?
Lee Lucas 12:13 al 21. 13 Uno de entre la multitud le pidió:
—Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.
14 —Hombre —replicó Jesús—, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?
15 »¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.
16 Entonces les contó esta parábola:
—El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. 17 Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” 18 Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. 19 Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
21 »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios. ¿De qué nos advierte Jesús?
Aunque Jesús rehúsa intervenir entre dos hermanos que se pelean por la división de su propiedad, enfatiza la relevancia del décimo Mandamiento (Éxo. 20:17) contra el mal de la codicia, y señala una verdad importante para todos los tiempos: la vida no consiste en las cosas (Luc. 12:15 ¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes). El hombre rico vivió en un pequeño mundo limitado a él solo. Ninguna otra cosa le importaba. Cuán cuidadosos debemos ser para no caer en la misma trampa; esto es especialmente vital para quienes han sido bendecidos con una abundancia de bienes materiales.
Aunque todos nos alegramos con las cosas materiales, piensa cuán poca satisfacción última pueden darnos, especialmente a la luz de la eternidad. ¿Por qué es todavía tan fácil cometer el error contra el cual Jesús nos advierte en Lucas 12:16 al 21? 16 Entonces les contó esta parábola:
16 El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. 17 Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” 18 Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. 19 Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
21 »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.
Temed a Dios
“Temed a Dios, y dadle gloria” (Apoc. 14:7) es el primero de los tres mensajes angélicos, tan centrales en la vida y la fe cristiana. Temer a Dios no es tener miedo, como a menudo se piensa. Es darse cuenta de cómo es Dios y cuáles son sus demandas para nosotros. Es un acto de fe que involucra total lealtad a él. Dios llega a ser el único guía y árbitro de nuestra vida, de nuestros pensamientos, acciones, relaciones y destino. El discipulado basado en esa clase de “temor” se encuentra sobre un terreno seguro.
Lee Lucas 12:4 al 12. 4 No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie. 5 En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa.” 6 Si allí hay gente de paz, la paz de ustedes reposará sobre esa gente; de lo contrario, la paz volverá a ustedes. 7 Quédense en esa misma casa, y coman y beban lo que les den, porque el obrero es digno de su salario. No vayan de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan. 9 Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.” 10 Pero si llegan a alguna ciudad y no los reciben, salgan a la calle y digan: 11 “Hasta el polvo de su ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero sepan que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.” 12 Yo les digo que, en aquel día, el castigo para Sodoma será más tolerable que para aquella ciudad. ¿Qué nos dice Jesús aquí acerca del temor?
El pasaje nos muestra a quién hay que temer y a quién no. No necesitamos temer a las fuerzas que solo pueden afectar nuestro cuerpo en el mundo presente. En cambio, debemos temer y obedecer a Dios porque en sus manos está nuestro destino eterno. No obstante, nuestro Dios –cuyos ojos están sobre el gorrión (Luc. 12:6 ¿No se venden cinco gorriones por dos moneditas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. ) y quien ha contado nuestros cabellos (vers. 7 pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.) es amante y se preocupa por nosotros; por ello, cada uno de nosotros es infinitamente precioso a su vista. Si realmente creyéramos eso, ¿cuántos temores terrenales se desvanecerían?
Lee Lucas 12:13 al 21. 13 Uno de entre la multitud le pidió:
—Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.
14 —Hombre —replicó Jesús—, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?
15 »¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.
16 Entonces les contó esta parábola:
—El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. 17 Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” 18 Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. 19 Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
21 »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios. ¿De qué nos advierte Jesús?
Aunque Jesús rehúsa intervenir entre dos hermanos que se pelean por la división de su propiedad, enfatiza la relevancia del décimo Mandamiento (Éxo. 20:17) contra el mal de la codicia, y señala una verdad importante para todos los tiempos: la vida no consiste en las cosas (Luc. 12:15 ¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes). El hombre rico vivió en un pequeño mundo limitado a él solo. Ninguna otra cosa le importaba. Cuán cuidadosos debemos ser para no caer en la misma trampa; esto es especialmente vital para quienes han sido bendecidos con una abundancia de bienes materiales.
Aunque todos nos alegramos con las cosas materiales, piensa cuán poca satisfacción última pueden darnos, especialmente a la luz de la eternidad. ¿Por qué es todavía tan fácil cometer el error contra el cual Jesús nos advierte en Lucas 12:16 al 21? 16 Entonces les contó esta parábola:
16 El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. 17 Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” 18 Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. 19 Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
21 »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.
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