Las Escrituras designan a Babilonia como sujeta a la venganza de Jehová, en vista de que es prominente como enemiga y esclavizadora de su pueblo Israel. El martirio de los justos, que empezara con la muerte de Abel y sigue aumentando en intensidad con el correr de los siglos, llega a su punto máximo cuando se convierte en la concentración final de los martirios y el centro de terror en Apocalipsis 17 y 18. Pero la destrucción de ambas Babilonias constituye la venganza de la sangre de los santos y también la culminación de la ira de Dios (18:24).
La orden divina de destruir a Babilonia es seguida por un llamado divino a los santos para que se deleiten en la destrucción total de dicha ciudad (18:20 — 19:6). La expresión "Alégrate sobre ella" se usa en el sentido opuesto al regocijo de la compañía de 11:10, donde observamos el gozo de los inicuos por la muerte de los dos testigos. Al fin Dios ha dado su aprobación a este hecho celestial. Regocijarse por tan terrible ruina no parecería muy celestial, pero la ejecución de la justicia divina siempre evoca la aprobación del pueblo de Dios. El cielo se regocija por la venganza contra la gran ramera y la bestia. Es aquí donde llegamos a entender algo sobre los salmos imprecatorios, llenos de expresiones de gozo de parte de los santos por el juicio ejecutado sobe los impíos. Una traducción literal del versículo 18:20 diría:
"Regocíjence sobre ella cielos y santos y ustedes los profetas, porque Dios ha llevado a cabo el juicio que ustedes deseaban sobre ella."
En 18:24 vemos que la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que fueron martirizados sobre la tierra, clama por venganza. Tras la caída de Babilonia son vindicados todos los que han sido perseguidos. Este coro de aleluyas entre el primer juicio y el segundo es una extensión del 18:20. Lo que les ha producido dolores y lamentaciones a los hombres notables de la tierra, causa gran regocijo en el cielo. Es muy interesante notar que el primer aleluya en el Nuevo Testamento es el que surge ante el juicio de la gran ramera (19:12). Los cuatro aleluyas que pronuncian la gran multitud, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos constituyen una exclamación de victoria en la cual se atribuye alabanza y gloria a Dios. Al fin llega la desolación eterna para Babilonia, tal como fue profetizada en el Antiguo Testamento (Isaías 13:1-22; Jeremías 50:13, 23, 29-40; 51:26, 37, 62).
El humo que de ella sube por los siglos de los siglos es una señal de la ruina de Babilonia, como testimonio permanente del justo juicio de Dios derramado sobre todas las fornicaciones y la persecución contra el pueblo de Dios realizada por ella. El término "sube", con referencia al humo del 19:3, viene de una palabra que tiene un significado diferente al que se da en el caso del incienso de 8:4. Algunos escritores aseguran que el significado de este pasaje que señala que el humo continúa subiendo por los siglos de los siglos, puede implicar que el lago eterno de fuego y azufre estará expuesto a la vista de los moradores de la tierra en la nueva creación después del milenio (Isaías 62:22-24; Apocalipsis 14:9-11).
La frase inicial del capítulo 19: "Después de esto", describe una secuencia de acontecimientos y el punto culminante de los capítulos anteriores. Por fin, la venganza de Dios entra en acción. La destrucción de Babilonia anunciada en 14:18 es cumplida totalmente aquí. Las razones por las cuales son derramados los juicios de Dios se dan en 15:3 y 16:7.
Al repasar brevemente esta sección de los aleluyas, la cual celebra la eterna y definitiva ruina de Babilonia, nos damos cuenta de que la misma destrucción es considerada desde puntos de vista distintos en el cielo y en la tierra. En la tierra se escucha una lamentación de dolor y tristeza; en cambio en el cielo lo que se oye es una exclamación de triunfo y alabanza. La bella palabra "aleluya" significa "alabado sea Jehová", y ése es el sonido que se desborda en el cielo. Debe hacerse énfasis también en el hecho de que en el original griego hay un artículo definido antes de cada una de las posesiones divinas mencionadas en 19:1, como sigue:
• La salvación — liberación divina del juicio.
• La gloria — gloria moral divina en el juicio.
• El poder — la potencia divina manifestada en el juicio.
La base del triunfo de los redimidos y de los ejércitos celestiales es la verdad divina y la justicia de Dios: "Sus juicios son verdaderos y justos." Un principio fundamental es que todos los tratos de Dios con sus criaturas, ya sea en gracia o enjuicio, son realizados en medio de la manifestación de sus atributos esenciales, tal como se ve en estos capítulos de juicio.
El segundo aleluya está relacionado con lo definitivo y perpetuo que es un juicio ejecutado divinamente. Otros dos aleluyas incrementan el volumen de la alabanza. Dios es el Juez de Babilonia, así como Cristo es el Juez de la bestia. Finalmente una voz angélica exhorta a todos los siervos de Dios a que se unan en la alabanza antifonal a Dios, y sus voces unidas son como el rugido estruendoso de muchas aguas. Del trono de Dios, el verdadero centro y fuente de toda acción judicial, sale el llamado a alabar al Señor Dios Todopoderoso:
"¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reinar"
Detengámonos a considerar este título dado a Dios: "El Señor nuestro Dios." Él es el Señor de la creación, de la compasión y de la perfección. Él es nuestro Dios. Cuando el apóstol Juan escribió estas palabras había cientos de dioses falsos en Roma, pero este es "nuestro Dios". Este es el canto final en la Biblia y lo más correcto es que este sea el canto del triunfo total de Dios sobre sus enemigos. Este canto tiene mucha relación con el primer canto bíblico, especialmente el de Éxodo 15:11: "¿Quién como tú, oh Jehová?" Hay un desafío en estos cánticos. En el Salmo 43:3, 10 la incredulidad pregunta: "¿Dónde está tu Dios?" Esta es una pregunta que muchas personas se hacen hoy. Pero en aquel día habrá gran estruendo y alboroto cuando todo el mundo reconozca que Dios está sobre su trono y reina por toda la eternidad.
Nuestro Dios es todopoderoso; frente a Él no existe ninguna limitación. Esa es una de sus atribuciones supremas. Ni el diablo ni ningún otro dictador puede reclamar estas características; tampoco podrá reclamarlas el anticristo. La omnipotencia le pertenece solamente a nuestro Dios. En Efesios 1:19, 20 el apóstol Pablo escribe acerca de "la supereminente grandeza de su poder. . . la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales." Entonces procede a hablar de la supremacía de Cristo "sobre todo principado y autoridad".
El amor de Dios es tan omnipotente como eterno (Jeremías 31:3). Sus planes son también omnipotentes; no pueden ser frustrados, no importa cuánto lo intenten los humanos o las fuerzas malignas espirituales e invisibles. La voluntad de Dios también es omnipotente. La voluntad de Dios es la fuerza más grande en todo el universo. Nabucodonosor declaró, después de haber estado por siete años con los bueyes y las bestias: "Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?" (Daniel 4:35). Lo más que podemos hacer en estos días de sufrimientos trágicos sobre la tierra es exclamar:
"¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todopoderoso reina!"
Nuestro Dios ejerce dominio también sobre todo el universo. No solamente existe, sino que existe y reina. Cuando nos enteramos de esta realidad suprema, todo lo demás no importa nada. El trono de nuestro Dios está intacto; el apóstol Juan escuchó a una gran multitud que decía: "Gócemenos y alegrémonos." A pesar de todo lo que está trayendo desolación y muerte sobre los que moran en la tierra, mantengamos los ojos de nuestra fe puestos en el trono de Dios, un trono que jamás podrá ser conmovido.
El capítulo 19 del Apocalipsis es un interludio en el cual Juan se desvía para enfatizar la descripción de todo lo que oyó y vio como reacción del cielo ante la manifestación de la venganza divina. En cierto sentido este es uno de los capítulos más impresionantes de todo el Apocalipsis, pues empieza con el cielo abierto y Cristo descendiendo como el Juez-Guerrero, para concluir con su tarea de juicio final. En el bautismo de Jesús hubo un cielo abierto, y Ezequiel inició su ministerio en una manera similar (Mateo 3:16; Ezequiel 1:1). En este paréntesis hay tres secciones claramente marcadas:
• Los cuatro aleluyas (19:1-6)
• La cena de bodas del Cordero (19:7-10)
• El regreso del Redentor en gloria (19:11-21).
En cuanto a los cuatro aleluyas, es interesante notar que este es el único lugar en el cual se usa esta palabra en el Apocalipsis. La repetida frase del Antiguo Testamento "Alabado sea el Señor", viene de la palabra hebrea aleluya, un término favorito para los judíos de la antigüedad. El primer "aleluya" o "alabado sea el Señor" se usa aquí para celebrar el castigo de Dios sobre los inicuos (Salmo 104:35), y los cuatro aleluyas surgen como respuesta a los ejércitos celestiales y los santos de la tierra ante la destrucción de Babilonia.
Los dos primeros aleluyas son una extensión de la sección anterior, en la cual el cielo se regocija por la caída de Babilonia. Vienen de un poderoso ejército celestial que alaba y glorifica a Dios por sus juicios justos y verdaderos. El tercer aleluya es prolongado por el eco de los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes, quienes agregan un fuerte amén a su tributo de alabanza. El cuarto aleluya proviene de la multitud de la tierra y de la creación al bendecir éstos a Dios por su omnipotencia.
La fiesta de bodas del Cordero es una preciosa revelación de Dios a los corazones de sus hijos. ¡Qué gran momento será aquél cuando "la Iglesia de los primogénitos" se una para siempre con Aquél que la redimió con su propia sangre! Esa será la fiesta de bodas del Cordero. Nuestra presencia allí será posible solamente por su gracia, y únicamente aquellos que hayan sido lavados por la sangre del Cordero estarán presentes en esa celebración nupcial.
Esta cena será de delicias, mientras que "la cena del gran Dios" (19:17) será de destrucción. En esta última cena las aves de rapiña vendrán y comerán carne de reyes, mientras que en la cena de la boda del Cordero los santos comerán con Cristo, el Rey de reyes. Nuestros bellos vestidos de bodas representan la justicia, que el Cordero atribuye e imparte a sus santos.
En cuanto al regreso del Redentor en gloria, no hay ninguna duda sobre quien será el jinete del caballo blanco. Sus nombres corresponden a todo lo que Él es en sí mismo, y también a la naturaleza de sus juicios. Él es llamado:
• Fiel y verdadero
• El Verbo de Dios
• Rey de reyes
• Señor de señores.
Las diademas que ciñen su frente son diademas reales, totalmente diferentes en carácter a las coronas falsas que lleva en la cabeza el anticristo. En cuanto a ia conmovedora frase "vestiduras teñidas en sangre," entendemos que se refiere a la sangre de los enemigos de Cristo, los que no han sido lavados en la sangre del Calvario. Uno de los nombres de Cristo, EL VERBO DE DIOS, ofrece uno de los más fuertes argumentos a favor de su encarnación (Juan 1:1-3, 14). Jesús mismo es la revelación definitiva y perfecta de Dios (Hebreos 1:1-4).
2. El juicio de reyes y ejércitos (19:17, 21)
1.a promesa y la profecía dadas a Cristo por su Padre fueron que cuando Él viniera para reinar, sus enemigos serían desmenuzados (Salmo 2:9). Aquí en la batalla del Armagedón con su carnicería, se ve el cumplimiento de la terrible profecía concerniente a la catástrofe que desmoronará los poderes gentiles en el mundo entero. Tenemos ante nosotros el día terrible del Señor predicho por los profetas (Joel 2:11; Miqueas 1:6). También debemos considerar en relación con esto aquellos dos capítulos que tratan acerca del período final del dominio gentil: Ezcquiel 38 y 39.
En la reunión para la cena del gran Dios, Juan nos presenta un cuadro claro y fuerte del campo de batalla después de la victoria de Cristo: "Un festín sacrificial ofrecido en la mesa de Dios para todos los buitres de la tierra." (Para una descripción de los hábitos de los buitres, vea Maleo 24:28). En este terrible conflicto hay algunos contrastes muy interesantes que deben ser considerados.
Las aves del cielo se comerán la carne de los hombres grandes y poderosos de la tierra. Para hacer frente a los ejércitos de la bestia y de los reyes de la tierra, aparecen las huestes de aquel jinete que cabalga en su caballo blanco. No hay ni asomo de duda de lo que resultará (19:14-19). Aun los pocos que escapen de aquí, serán capturados por Aquél que está sentado sobre su caballo blanco. En contra de los desesperados esfuerzos de Satanás por destruir al resto de los judíos, Dios protegerá al remanente de la simiente de Israel (12:17), mientras que los pocos que hayan quedado de los ejércitos de los reyes no serán protegidos por nadie, sino que serán destruidos por la venganza del Rey de reyes.
3. La condenación de la bestia (19:20; 20:10)
Por fin este "desolador" (Daniel 9:27), la "abominación desoladora" (Maleo 24:15) y "hombre de pecado" (2 Tesalonicenses 2:3-10) recibirá su recompensa por el odio diabólico que ha desplegado contra Dios y contra sus santos. Como el último y el más terrible de todos los tiranos de la tierra, recibirá su castigo bien merecido. Leemos: "La bestia fue apresada." Esta expresión es distinta a otras expresiones griegas. Tiene el sentido de tomar por la fuerza, prender (como lo hace un policía cuando captura a un criminal y lo lleva obligadamente y por la fuerza a la prisión). ¿Quién es ese que captura a la bestia y su compañero de crimen, el falso profeta? ¡Nada menos que el poderoso y triunfante Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, que irradian su justo enojo!
"Estos dos serán lanzados vivos a un lago de fuego que arde con azufre" (19:20). A estos no se les permite morir ni ser inmolados (como ocurre con sus aliados), sino que son lanzados vivos al castigo eterno. Los tres jóvenes hebreos del libro de Daniel fueron lanzados vivos al horno ardiente, pero Dios detuvo la acción del fuego y preservó con vida a los tres valientes jóvenes. En cambio, la bestia y el falso profeta son echados vivos al lago de fuego del cual nunca se podrán librar.
En lo que respecta al lago de fuego, no pretendemos saber todo lo que está implicado en dicho castigo eterno. Suponiendo que el lenguaje sea simbólico, la realidad tendría que ser mucho más terrible que la Figura presentada aquí. Jesús era un predicador que hablaba del fuego del infierno. Para Él, el castigo eterno era una terrible realidad y no le agradaba nada el sufrimiento eterno de los pecadores. Él dio su vida en la cruz para que los hombres no tengan que ser condenados, sino que tengan vida eterna. Es nuestra tarea urgente exhortar a los perdidos a huir de la ira que vendrá.
4. El juicio del falso profeta (19:20; 20:10)
Estos dos poderosos y perniciosos aliados que se unieron una vez en una lucha inicua contra Dios, ahora van también unidos hacia un mismo castigo. Aunque será responsable de asesinato y persecución contra las multitudes que no querrán adorar a la imagen de la bestia, al falso profeta no se le permitirá morir. Ni su pretendido poder de obrar milagros lo podrá librar de ser lanzado vivo al lago de fuego. No cabe duda de que el castigo eterno del falso profeta será terrible, debido a su fingimiento religioso. La condenación de la bestia y del falso profeta representará el final de las falsedades políticas y de un falso sacerdocio. Estos dos personajes sufrirán juntos, porque pelearon juntos contra el Cordero.
5. El juicio del diablo (20:1-3, 10)
Por fin la cabeza de la serpiente es totalmente aplastada (Génesis 3:15). La victoria ganada sobre el diablo en el Calvario al fin es puesta en total operación. El que fue una vez lanzado del cielo por su rebelión y luego echado del aire a la tierra (12:9), ahora es lanzado al abismo sin Fin por mil años (Apocalipsis 20:3). Su libertad de andar alrededor viendo a quién devorar (1 Pedro 5:8) será abolida cuando un ángel del cielo lo encadene y lo ate, confinándolo al abismo por un milenio. Juan dice que el dragón fue aprisionado "para que no engañe más a las naciones hasta que mil años sean cumplidos".
Los mil años de permanencia de Satanás en el abismo no producirán ningún cambio en su malévola personalidad. Cuando sea nuevamente suelto, demostrará que sigue siendo el mismo diablo antiguo. Pero mientras él se encuentre atado, la tierra respirará un aire más puro y el reino milenial de Cristo hará que la tierra se cubra de paz y justicia, como las aguas cubren la mar. Seis veces se menciona la frase "mil años", y este período será la época gloriosa del establecimiento del reino de Cristo predicha por los profetas, por Cristo mismo y por los apóstoles.
Después de su obra postmilenial de engañar y seducir, el diablo será lanzado (como se indicó anteriormente) "al lago de fuego y azufre" en donde se reunirá con sus frustrados seguidores, que ya habrán experimentado las mismas llamas por mil años. Allí entrará para sufrir juntamente con ellos el tormento eterno (20:10). Al fin la trinidad satánica, que ha estado tratando de imitar a la trinidad divina, recibe su castigo implacable. El diablo, la bestia y el falso profeta quedarán confinados eternamente al lago de fuego y azufre. ¡Con cuánta razón el diablo trata de hacer que la gente no lea este último libro de la Biblia, fuerte y claro en describir su merecida ruina y su castigo! No quiere que aquellos a quienes él ha engañado, sepan cuál será su terrible futuro.
6. La condenación de Gog y Magog (20:7-9)
La mención de Gog (el príncipe) y Magog (la tierra) nos lleva a Ezcquiel 38, donde Gog representa a todas las naciones que forman la gran confederación del norte. Llegamos ahora a la revuelta final de las naciones y su destrucción. Algunos se preguntan por qué soltará Dios a Satanás del abismo sin fin después del glorioso reino milenial de Cristo, durante el cual este león rugiente ha estado encadenado. ¿Por qué soltar al diablo, aunque sea por un breve período, para que forme una revuelta? La única respuesta es que el Señor quiere probar hasta dónde llega la depravación de la humanidad.
Cualquiera supondría que después de mil años de disfrutar de ese bendito y glorioso reino de Cristo, nadie en la tierra querrá hacer guerra contra Dios. Pero así como Adán pecó en el ambiente más perfecto del huerto del Edén, así también grandes multitudes de estos participantes del milenio se rebelan contra Cristo a pesar de la paz y la abundancia que acompañarán al gobierno del Rey. Por supuesto que Él los gobernará con vara de hierro y ellos se postrarán ante Él. Sin embargo, su respuesta instantánea al llamado de Satanás demuestra que esa obediencia a Cristo era fingida. Reconocían el poder de Cristo y se doblegaban ante Él, sólo porque tenían que hacerlo.
Pero el juicio será tan instantáneo como la revuelta de las naciones de los cuatro ángulos de la tierra; descenderá fuego de Dios desde el cielo y devorará a las multitudes (20:9). El fuego, como sabemos, está relacionado con todos los juicios de Dios, incluso el juicio de los creyentes ante el trono de Cristo (en el cual nuestras obras tendrán que ser probadas por fuego: 1 Corintios 3:13). En este conflicto final no habrá batalla; no se peleará. Dios Todopoderoso, que es fuego consumidor, destruirá instantáneamente a las engañadas y embrutecidas naciones. El último ataque del hombre contra Dios y contra "el campamento de los santos sobre la santa ciudad" termina en un completo fracaso, y el infierno abrirá su gigantesca boca para tragarse las hordas terrestres que el diablo haya engañado y conducido a la revuelta. ¡Por eso leemos después acerca de una tierra nueva libre del diablo para siempre!
7. La condenación de los perdidos (20:11-15)
Los tribunales de justicia de la tierra han presenciado algunas escenas tensas y terribles, pero aun los juicios más famosos palidecen en significado al ser comparados con las asombrosas escenas del juicio final que estamos a punto de considerar. Antes de entrar a estudiar el sombrío escenario de este gran juicio, familiaricémonos con el lenguaje usado en la narración.
Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron ju/gados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10-15).
Este juicio tendrá lugar después del milenio y la condenación final de Satanás, y después de que hayan sido desechados los cielos y la tierra actuales. Será el más solemne y terrible que jamás se haya visto. Por fin llega el momento en que el Juey. eterno arregla todas las cuentas. Después de eliminar a Satanás, el dios de este siglo, Cristo ahora se prepara para tratar con todos los pecadores de este mundo. Aquí llega al Fin del mundo, porque la creación huye de delante de la faz de Aquél que está sentado sobre el trono. Hay muchos que se refieren a esto como un juicio "universal", pero el Apocalipsis no habla de ningún juicio "universal". Todo juicio descrito aquí es particular. En este juicio no comparecerán todos los hombres de toda la historia de la humanidad. Aquí sólo estarán los impíos muertos, así como ante el juicio de Cristo sólo comparecerán los creyentes.
La visión de Juan se divide en dos partes, indicadas por la frase "Y vi"
• 20:11 — Y vi al trono y a su Juez
• 20:12-15 — Y vi a los muertos y su juicio.
BENDICIONES
PASTORA LUCY
ADMINISTRADORA
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