Meditacion diaria
La preparación para la venida de Jesús
Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Tito 2:13.
Jesús viene pronto; y a nosotros que creemos esta verdad solemne nos toca dar la advertencia al mundo. Debemos mostrar, por nuestra vestimenta, nuestra conversación y nuestras acciones, que nuestra mente está concentrada en algo superior a los negocios y los placeres de esta corta vida. No somos más que peregrinos y extranjeros aquí, y debiéramos dar alguna evidencia de que estamos listos y esperando la aparición de nuestro divino Señor. Que el mundo vea que usted va en camino a una patria mejor, querido lector, a una herencia inmortal que no pasará; que no puede darse el lujo de dedicar su vida a las cosas de este mundo, sino que su preocupación es prepararse para el hogar que lo aguarda en el Reino de Dios.
¿Cómo haremos esta preparación? Colocando nuestros apetitos y pasiones en sujeción a la voluntad de Dios y mostrando en nuestra vida los frutos de la santidad. Debemos hacer justicia, amar misericordia y humillarnos ante nuestro Dios. Hemos de dejar que Cristo entre en nuestro corazón y en nuestro hogar. Debemos cultivar el amor, la simpatía y la cortesía genuina unos con otros…
Nuestra vida debe consagrarse al bien y a la felicidad de otros, como hizo nuestro Salvador. Este es el gozo de los ángeles, y la obra en la que se ocupan. El espíritu de amor sacrificado de Cristo es el espíritu que permea el cielo y la fuente de su felicidad. Y si hemos de ser idóneos para unirnos a la sociedad de las huestes angélicas, debe ser el nuestro. A medida que el amor de Cristo llena nuestro corazón y controla nuestra vida, el egoísmo y el amor a lo fácil serán vencidos; será de nuestro agrado servir a los demás y hacer la voluntad de nuestro Señor, a quien esperamos ver pronto…
Debemos hacer lo correcto porque es correcto, y no para evitar el castigo o por temor a una gran calamidad que pueda sobrevenirnos. Yo deseo hacer lo correcto por el placer que me da la justicia. Puede encontrarse felicidad en hacer el bien aquí; tanta satisfacción en hacer la voluntad de Dios; tanto placer en recibir su bendición. Entonces mostremos que somos hombres y mujeres de criterio sano, que no elegimos nuestra porción en este mundo, sino en el mundo venidero. Mantengámonos en nuestro puesto, fieles en el cumplimiento de todo deber, con nuestra vida oculta con Cristo en Dios, para que cuando el Pastor de los pastores aparezca, recibamos una corona imperecedera
Jesús viene pronto; y a nosotros que creemos esta verdad solemne nos toca dar la advertencia al mundo. Debemos mostrar, por nuestra vestimenta, nuestra conversación y nuestras acciones, que nuestra mente está concentrada en algo superior a los negocios y los placeres de esta corta vida. No somos más que peregrinos y extranjeros aquí, y debiéramos dar alguna evidencia de que estamos listos y esperando la aparición de nuestro divino Señor. Que el mundo vea que usted va en camino a una patria mejor, querido lector, a una herencia inmortal que no pasará; que no puede darse el lujo de dedicar su vida a las cosas de este mundo, sino que su preocupación es prepararse para el hogar que lo aguarda en el Reino de Dios.
¿Cómo haremos esta preparación? Colocando nuestros apetitos y pasiones en sujeción a la voluntad de Dios y mostrando en nuestra vida los frutos de la santidad. Debemos hacer justicia, amar misericordia y humillarnos ante nuestro Dios. Hemos de dejar que Cristo entre en nuestro corazón y en nuestro hogar. Debemos cultivar el amor, la simpatía y la cortesía genuina unos con otros…
Nuestra vida debe consagrarse al bien y a la felicidad de otros, como hizo nuestro Salvador. Este es el gozo de los ángeles, y la obra en la que se ocupan. El espíritu de amor sacrificado de Cristo es el espíritu que permea el cielo y la fuente de su felicidad. Y si hemos de ser idóneos para unirnos a la sociedad de las huestes angélicas, debe ser el nuestro. A medida que el amor de Cristo llena nuestro corazón y controla nuestra vida, el egoísmo y el amor a lo fácil serán vencidos; será de nuestro agrado servir a los demás y hacer la voluntad de nuestro Señor, a quien esperamos ver pronto…
Debemos hacer lo correcto porque es correcto, y no para evitar el castigo o por temor a una gran calamidad que pueda sobrevenirnos. Yo deseo hacer lo correcto por el placer que me da la justicia. Puede encontrarse felicidad en hacer el bien aquí; tanta satisfacción en hacer la voluntad de Dios; tanto placer en recibir su bendición. Entonces mostremos que somos hombres y mujeres de criterio sano, que no elegimos nuestra porción en este mundo, sino en el mundo venidero. Mantengámonos en nuestro puesto, fieles en el cumplimiento de todo deber, con nuestra vida oculta con Cristo en Dios, para que cuando el Pastor de los pastores aparezca, recibamos una corona imperecedera
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