mayo 26, 2015

Dios: El Señor de la historia

Meditacion diaria
Dios: el Señor de la historia
Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Daniel 2:20, 21.
Como hemos visto al principio de nuestras reflexiones, la historia humana no es otra cosa que el escenario del “terrible experimento de la rebelión”, del gran conflicto cósmico entre Dios y Satanás, la verdad y el engaño, el bien y el mal. Todas las acciones humanas, tanto las individuales como las colectivas, tienen su explicación en este gran conflicto espiritual que adquiere proporciones no solo personales, sino también sociales e históricas. Tanto Dios como Satanás intervienen en la historia humana, por diversos medios, muchos de ellos desconocidos para nosotros, para dañar o para construir y salvar.
Dios, que respeta la libertad humana, permite el libre juego de nuestras decisiones, y también de sus consecuencias, para que podamos aprender de la experiencia qué es lo bueno y lo malo para nosotros. Sin embargo, el Soberano del universo no está sentado en actitud indiferente en su trono celestial para ver cómo nos las arreglamos en nuestro convulsionado mundo. Nuestra historia es un tiempo de prueba, pero Dios no permitirá que el mal y el dolor existan para siempre, sino que está participando, interviniendo activamente en la historia, para guiarla al cumplimiento de sus propósitos de misericordia y de salvación.
Dios “muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes”. En otras palabras, Dios es el Señor de la historia; y, aunque no entendamos siempre los medios que utiliza para cumplir sus propósitos, podemos confiar en que, en definitiva, él se encargará de poner a las personas y las cosas en su lugar a su debido tiempo.
Esta es la gran esperanza para la historia humana, y también para tu microhistoria, tan importante para Dios como la macro historia, de los imperios y las naciones mundiales: hay un destino final glorioso y feliz para los hombres de bien y buena voluntad. Hay un cierre definitivo para la historia de este mundo, que dará paso a una nueva historia: la historia del bien y la felicidad eternas; de la dicha sin fin; de la recompensa final y definitiva para la bondad y el amor.

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