Dios se conmueve por ti
¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. Oseas 11:8.
El libro de
Oseas abunda en expresiones apasionadas y dramáticas de advertencia a
Israel, de parte de Dios, de las consecuencias terribles que le
sobrevendrían por dejar sus caminos. Pero, aun así, su pueblo parecía no
reaccionar.
En este contexto brilla y conmueve el texto bíblico para hoy. En él se muestra el dolor de Dios por el sufrimiento que debe permitir que sobrevenga a su pueblo. No le queda otro remedio, si quiere salvarlo. Pero no es algo de lo cual él disfrute sádicamente. Por el contrario, son medidas extremas que van totalmente en contra de sus más hondos sentimientos. Él debe abandonar a su pueblo; es decir, dejarlo librado a las consecuencias de sus propias elecciones. Y entonces, se pregunta a sí mismo, le pregunta a su pueblo y nos pregunta a cada uno de nosotros, cuando estamos alejados de su amor: “¿Cómo podré abandonarte yo (pon tu nombre)?… ¿Te entregaré yo (pon tu nombre)? ¿Cómo podré yo hacerte como a esas personas que viven totalmente entregadas al mal y que sufren las terribles consecuencias de sus voluntades torcidas; que andan vagando por la calle alcoholizadas, drogadas, prostituidas, pervertidas, huyendo de la justicia por causa de sus robos, de sus crímenes, de sus maldades?”
Dios está por encima de nosotros. Somos semejantes a él porque así nos creó, pero no iguales. Él no está sujeto a nuestras debilidades y yerros, ni a nuestra fragilidad mental. Sin embargo, no es un Ser imperturbable, con un gigantesco cerebro que obra con frialdad matemática para cumplir sus planes y propósitos. Cuando tiene que hacerlo, y sus medios son dolorosos para nosotros, su gran corazón de amor es atravesado por el dolor: se conmueve y se llena de compasión por nosotros.
Hoy, no importa en qué situación espiritual y moral te encuentres, Dios está conmovido por tus miserias y tus sufrimientos, y desea darte la oportunidad de abandonar los caminos que solo te hacen mal, te dañan y te destruyen. No huyas más de su amor. Vuélvete a él, y escucha su voz. Entrégate en sus brazos de amor, y déjate amar y salvar por él.
En este contexto brilla y conmueve el texto bíblico para hoy. En él se muestra el dolor de Dios por el sufrimiento que debe permitir que sobrevenga a su pueblo. No le queda otro remedio, si quiere salvarlo. Pero no es algo de lo cual él disfrute sádicamente. Por el contrario, son medidas extremas que van totalmente en contra de sus más hondos sentimientos. Él debe abandonar a su pueblo; es decir, dejarlo librado a las consecuencias de sus propias elecciones. Y entonces, se pregunta a sí mismo, le pregunta a su pueblo y nos pregunta a cada uno de nosotros, cuando estamos alejados de su amor: “¿Cómo podré abandonarte yo (pon tu nombre)?… ¿Te entregaré yo (pon tu nombre)? ¿Cómo podré yo hacerte como a esas personas que viven totalmente entregadas al mal y que sufren las terribles consecuencias de sus voluntades torcidas; que andan vagando por la calle alcoholizadas, drogadas, prostituidas, pervertidas, huyendo de la justicia por causa de sus robos, de sus crímenes, de sus maldades?”
Dios está por encima de nosotros. Somos semejantes a él porque así nos creó, pero no iguales. Él no está sujeto a nuestras debilidades y yerros, ni a nuestra fragilidad mental. Sin embargo, no es un Ser imperturbable, con un gigantesco cerebro que obra con frialdad matemática para cumplir sus planes y propósitos. Cuando tiene que hacerlo, y sus medios son dolorosos para nosotros, su gran corazón de amor es atravesado por el dolor: se conmueve y se llena de compasión por nosotros.
Hoy, no importa en qué situación espiritual y moral te encuentres, Dios está conmovido por tus miserias y tus sufrimientos, y desea darte la oportunidad de abandonar los caminos que solo te hacen mal, te dañan y te destruyen. No huyas más de su amor. Vuélvete a él, y escucha su voz. Entrégate en sus brazos de amor, y déjate amar y salvar por él.
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