julio 06, 2015

Nuestro guardian

Meditacion diaria
Nuestro Guardián
Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. Lucas 8:48
Si no fuera por el cuidado que les prodigo a mis rosas, una infinitud de enemigos naturales y biológicos las destruirían: plagas, moscones, arañas, insectos, temperaturas extremas… Las consecuencias serían: hojas amarillentas y manchadas, pimpollos que no abren, decadencia y al final la muerte.
Al observarme a mí misma puedo comparar mi fragilidad con la de la rosa. Los problemas que enfrentan las rosas pueden compararse a las eventualidades físicas y mentales que enfrentamos las mujeres: nuestros padecimientos, nuestras cuitas, zozobras, miedos; nuestra preocupación por los hijos, por los nietos. En algunos casos, el maltrato por parte del compañero, la falta de comprensión, la falta de dinero. Son muchas las cosas que afectan emocional y físicamente a una mujer.
Me reconforta saber que el Jardinero divino no descansa en su cuidado por sus hijas terrenales. Nuestro amante Señor Jesucristo nos ama. Él es el Guardián de nuestra alma, de nuestro cuerpo y nuestra mente. Jesús ama a la mujer con un amor especial. ¿Será porque la mujer es más propensa que el hombre a entregarse completamente? ¿Será porque amamos a fondo y a flor de piel? ¿Será porque la mujer no esconde sus sentimientos, sino que florecen en su corazón y dan fruto en sus actos? ¿Será porque lo damos todo a cambio de nada, o porque no tememos la entrega y confesamos, sin reserva, aquello que nos duele, que nos hiere y nos azota? Lo cierto es que el Hijo de Dios nos ama con un amor especial. Y lo demostró cuando anduvo en esta tierra, ignorando las costumbres de su época para sanar, aliviar, salvar y perdonar a las mujeres.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Jesús se manifiesta como el compañero fiel y poderoso de la mujer en sus días buenos y malos. Desde Eva en el Edén hasta las mujeres que sirvieron en la iglesia primitiva como Tabita y Febe, nombradas diaconisas para servir en el templo; o Lidia y Priscila, cuyos hogares fueron los primeros santuarios de la iglesia. Dios ha mostrado un amor especial hacia la mujer.
Recuerda hermana mía: Dios te ama; Dios te cuida. Eres la rosa predilecta de su jardín.
Cristo te ama y yo tambien, alabaaaaaaaaaaaa y gozateeeeeeeeee.

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