Meditacion diaria
¿Cómo hacer frente a la ruptura de una relación amorosa?
Si alguna vez has estado enamorado(a), entonces has podido conocer una
de las sensaciones más maravillosas que existen en la vida. En ocasiones
suelo preguntar en mis conferencias si la audiencia cree que es bueno o
es malo enamorarse, a lo que generalmente responden positivamente.
Luego, yo suelo afirmar, “Pues fíjense que no. Enamorarse no es bueno…
¡es buenísimo!”
No obstante, si has tenido que experimentar la
desilusión de (lo que en esta ocasión llamaré) un “amor imposible”,
entonces has cargado con uno de los conflictos emocionales más
complicados que existe. He tenido la oportunidad de platicar con muchos
jóvenes y señoritas que se encuentran en una relación “equivocada”, o
sencillamente “enamorados de la persona incorrecta”, y no saben cómo
lidiar con el asunto (y te confieso algo… he pasado por allí; sé que no
es fácil).
Quizás seas un muchacho que ha sido rechazado por su
novia; o una señorita cuyo novio es abusivo con ella, o tal vez alguien
que está enamorado de una persona comprometida. En estos, y tantos casos
más, suelo escuchar de ellos “yo sé que no está bien” o “entiendo que
debemos terminar” aunque luego agregan la frase épica que complica toda
su existencia “¡pero estoy enamorado de ella!”, o bien “¡pero no puedo
dejar de quererlo!”. Siento, luego existo.
A veces, nuestras
emociones pueden ser muy fuertes, y permitimos que dominen incluso
nuestros pensamientos o nuestra conducta, al extremo de hacer cosas que
luego nos darían mucha pena. O tal vez después nos sentimos mal por las
decisiones que hemos tomado o actitudes que hemos tenido.
En
ocasiones, los sentimientos son tan reales, que no sabemos cómo
controlarlos, o cómo librarnos de ellos. Entendemos lo que debemos
hacer, pero no lo logramos porque nuestro corazón nos dice lo contrario.
Siento, luego existo.
Creo que esto constituye uno de los líos
más complicados con los que tenemos aprender a luchar. Si no maduramos
(rápidamente) en nuestra vida emocional, cuatro cosas van a suceder: (1)
vamos a andar cargando un peso encima (que no deberíamos llevar), (2)
vamos a dañar nuestras relaciones (incluso las que tanto valoramos), (3)
perderemos de vista nuestras prioridades de la vida (porque nuestros
sentimientos serán lo primordial) y (4) caeremos en una espiral
descendiente (sintiéndonos cada vez peor por manejar inapropiadamente la
situación). Puedo afirmarlo, por observación y por experiencia.
Así que, si estás enamorado(a) y sabes (no sientes… e-n-t-i-e-n-d-e-s)
que necesitas hacer un cambio al respecto (que es lo correcto y
saludable), permíteme sugerirte tres decisiones que debes comenzar a
tomar ahora. No hay un camino fácil; no existe una solución rápida.
Enamorarse es sencillo; des-enamorarse no.
1. YA NO INTENTES CAMBIAR TUS SENTIMIENTOS; CAMBIA MEJOR TUS PENSAMIENTOS.
He aprendido que Dios no espera tanto que cambiemos cómo nos sentimos,
sino anhela una transformación real de nuestra forma de pensar: No se
amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación
de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta. (Romanos 12:2)
Finalmente, hermanos,
piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en
todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como
una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado.
(Filipenses 4:8).
La razón es doble: por un lado, es imposible
cambiar un sentimiento voluntariamente (por ejemplo, si en este momento
te encuentras feliz o triste, ¿sería posible simplemente decirte que
cambies eso en este instante?), y por el otro, son los pensamientos
quienes dan nacimiento a los sentimientos (antes de una emoción en el
corazón, siempre existió una idea en la mente).
Por lo tanto,
asegúrate de invertir tiempo en alimentar tu cerebro con los principios
correctos. Quizás necesites dejar de escuchar esas canciones
“románticas” (o mejor dicho, depresivas… ¿Te has dado cuenta que en
todas esas canciones las cosas siempre terminan mal?) o dejar de ver
esas películas románticas (que solo te recuerdan que tu historia amorosa
no siempre tiene un final feliz).
2. YA NO INTENTES OLVIDAR; PIENSA MEJOR EN ALGO MÁS
Si alguna vez te escuchaste decir (o al menos lo pensaste) “es que no
puedo dejar de pensar en él(ella)”, quiero contarte dos noticias (una
buena y una mala). La mala (que no es tan mala realmente) es que en
efecto, no has sido diseñado para olvidar. Tenemos la capacidad de
recordar, y podemos estimular nuestra memoria; pero no tenemos la
capacidad de olvidar conscientemente. ¿Recuerdas que almorzaste ayer?
Si, pues… ahora mismo, te ordeno que lo olvides. ¿Pudiste? Yo tampoco.
Por ende, cada vez que te propones ya no recordarlo(a), ya no pensar en
él(ella) estás proponiéndote algo virtualmente imposible. Entre más te
repitas “ya no voy a pensar en eso”, ¿adivina qué? ¡Más vas a pensar en
eso! Más recuerdos románticos, más momentos juntos, más preguntas, más
confusión, más frustración.
En cambio, la buena noticia, es que
puedes conscientemente enfocar tu mente y trabajar en un proceso de
sustitución. De hecho, este es uno de los ejercicios sumamente
importantes en nuestra peregrinación espiritual. La Biblia presenta este
cambio, como el proceso de despojarnos y revestirnos. Constantemente
debemos estar eliminando lo negativo o pecaminoso y luego agregar lo
positivo o santo.
Con respecto a la vida que antes llevaban, se
les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual
está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud
de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen
de Dios, en verdadera justicia y santidad. (Efesios 4:22-24)
¿Alguna vez te has dado cuenta que después de un día tan ocupado, tan
enfocado, no tuviste ni tiempo de pensar (ni sentir) en él(ella)? No fue
porque te propusiste olvidar; fue que concentraste tu mente en algo
más.
Por cierto, aquí sería muy pertinente hacer una advertencia y
aclaración. No estoy promoviendo ni predicando a favor del dicho común
“un clavo saca a otro clavo”. El hecho que busques (emocionalmente) a
alguien más para olvidar a tu “amor imposible” no creo que resuelva
mucho el problema… más bien genera el potencial de causarte más líos.
Lo que estoy tratando de decir es algo similar al dicho “para un niño
con un martillo, todo el mundo parece un clavo”. Según sean los
pensamientos que tengas en tu mente, así será la perspectiva que tengas
de tu vida, así será la interpretación de tus relaciones, así tomarás
decisiones, así experimentarás tus emociones. Por eso, asegúrate de
despojarte y revestirte, para mantener tu mirada enfocada en las cosas
de arriba (Colosenses 3:1,2).
3. YA NO INTENTES ENTENDER; PIENSA MEJOR EN OBEDECER
Uno de los asuntos que me doy cuenta no ayudan mucho en el proceso de
des-enamorarse, es el continuar haciéndonos preguntas cuyas respuestas
parece no vamos a obtener. “¿Qué fue lo que sucedió?”, “¿Qué hice mal?”,
“¿Por qué me pasa esto a mí?”, “¿Y qué pasaría si…?”, “¿Será que algún
día…?”, “¿Será que él(ella) estaba realmente enamorado(a) de mí?”. Todas
estas son buenas interrogantes (interesantes) pero no necesarias para
la subsistencia.
Buscar las respuestas a las preguntas
imposibles, es como ver a un perro corriendo en círculos tratando de
alcanzar su cola. Con mucho cariño y respeto, te pregunto: ¿Vas a
avanzar o vas a seguir dándole vueltas al asunto? Lo que realmente te va
a brindar libertad, no es contestar preguntas interesantes; es
obedecer.
Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos. (Salmos 119:45)
Un par de sugerencias prácticas quizás puedan ayudarte. Por un lado,
¿qué tal si clasificamos todas estas interrogantes en la categoría de
“utopías” (el lugar que no existe)? Si nunca van a existir respuestas,
entonces mejor enviemos esas preguntas al lugar del “no”, soltémoslas y
avancemos en proceso de la vida que Dios sigue anhelando para nosotros.
¿Cruel? No. Realista. (Por si te lo estás preguntando, sí, tengo un par
de preguntas clasificadas en esta categoría. Y allí las dejaré.)
Por otro lado, te sugiero contar con un(a) confidente, consejero(a), es
decir, una persona espiritualmente madura, de tu mismo sexo, quien pueda
pedirte cuentas de tu avance en la obediencia que Dios está pidiendo de
ti. Todos necesitamos apoyo, particularmente cuando las cargas son
pesadas (Eclesiastés 4:9,10; Gálatas 6:2). Así que no tratas de pelear
con tus desobediencias o tus problemas en soledad. Busca apoyo y
evaluación de personas que son fuertes en esa área. Nunca olvides que en
medio del bosque, cuando hay un incendio es difícil encontrar la
salida; alguien que está afuera, desde la montaña, te puede orientar muy
bien.
Toda relación siempre es alimentada por la comunicación.
Entre más tiempo pasas con alguien, entre más platican, más cercana,
estrecha, fuerte es la relación. De igual manera, si necesitas terminar
una relación, dejarla ir, concluir, entonces, debes limitar todo tiempo
de comunicación y tiempo juntos. No se trata de ser descortés, sino de
tener la madurez para hacer un cambio.
Dios anhela que todas tus
relaciones le glorifiquen, que puedas disfrutarlas siempre al máximo. Lo
mejor es pues nunca comenzar algo que algún día tendrás que terminar.
No obstante, si debes vivir el dolor de des-enamorarte, que esto sea una
escuela que forme tu carácter, que te lleve a la madurez, y que te
prepare para hacer las cosas bien. Como suele decir mi amigo Jim Burns,
“tenemos que aprender a pagar el precio de la disciplina o a pagar el
precio del remordimiento”.
Alabaaaaaaa, Cristo te ama y yo tambien, Santoooooooo.